Un país para todos

Una Cooperación Internacional que sirva a un país para todos. enero 24, 2008

Filed under: Cooperación técnica internacional — unpaisparatodos @ 4:33 pm

Agradezco la invitación del infatigable Roberto de que participemos en esta nueva aventura. Me ha parecido muy sugerente el comentario de Ramón Daubón, que suscribo en gran medida. Cuesta imaginar cómo habría sido el mundo sin guerra fría; podemos jugar a historia ficción… 1939 el Reino Unido se alía con el III Reich para liquidar la Unión Soviética…  Estados Unidos da por buena la operación y no hay II Guerra Mundial… 1943 Hitler y algunos de sus inmediatos colaboradores mueren en un atentado  promovido por moderados del ejército contrarios a la “solución final”, y se inicia un proceso de desnazicación del III Reich y de la Europa ocupada… El proceso de descolonización de Asia y África ya no habría ido unido al final de la guerra, pero en cualquier caso habría empezado a más tardar en la década de los 50;  India, Argelia… y otros varios no habrían soportado mucho más tiempo el status quo establecido en los años 20, pero sin duda habría sido un proceso distinto, radicalmente distinto del que fue, sin la venenosa interferencia de las dos potencias comprando y vendiendo posiciones dominantes a cualquier precio (de sangre, corrupción…).  Cualquier solución habría sido mejor que el drama de ver cómo los líderes africanos, árabes y asiáticos caían, uno tras otro, bajo las garras del mercadeo entre los dos bloques. Para mi es ese uno de los pasajes más tristes de la historia contemporánea. La corrupción no podía ser perseguida porque era el instrumento para garantizar la fidelidad de tiranos insaciables, promovidos al poder por las propias potencias. El recuerdo de Mobutu siendo recibido tanto por Ronald Reagan como por François Mitterrand como “nuestro mejor amigo en África” todavía me revuelve las tripas. También habría que hablar de los cubanos en Angola, de Mao malgastando ingentes cantidades de dinero –que pagaban con su hambre millones de chinos- en Egipto, Etiopía y tantos otros países con el único deseo de poder utilizarlos para consolidarse como el líder del bloque socialista, o un líder alternativo a la URRSS… ¡qué locura!El proceso en América Latina es bien distinto porque la guerra fría le afecta de un modo diverso aunque no menos venenoso. Sobra recordar capítulos de esa triste historia sobradamente conocida.Dicho todo esto, mi reflexión es que podemos jugar con historia ficción o analizar la historia verdadera, buscar culpables o lamentar ausencias… pero, a la larga, la realidad, la única realidad que cuenta mirando hacia adelante, es que la construcción de países viables, de países para todos, es un reto del día a día, de cada uno de los ciudadanos. No cabe duda de que los alemanes, y el resto de europeos, reconstruyeron la Europa de la postguerra con ayuda del Plan Marshall, pero sobretodo la reconstruyeron con su manos y sus uñas, su sudor y sus lágrimas, y su orgullo. Los venezolanos por su parte (según leía a Uslar Pietri), entre 1960 y 1990 despilfarraron una “renta petrolera” equivalente a 30 veces el Plan Marshall (en valores actualizados), para  acabar dejando a su país n una situación de lamentable desigualdad y pobreza. Las cifras de lo que puede estar pasando hoy en Venezuela supongo que nos dejarían todavía más sobrecogidos, si cabe.Desde mi punto de vista, no debemos olvidar el pasado pero tampoco debemos escudarnos en él. Más que en la cooperación internacional, el reto de un país para todos está en una ciudadanía responsable con una suficiente seguridad jurídica, en el marco de un estado de derecho. Desde hace más de un lustro América Latina recibe en remesas un flujo de divisas que supera con creces la inversión exterior directa, y multiplica por mucho los recursos de la cooperación internacional. Me faltan datos para poner esas magnitudes en valores actualizados de lo que supuso el Plan Marshall, pero me imagino que estaremos hablando de muchos planes Marshall. ¿Dónde va ese dinero? ¿Dónde va ese sudor y ese sacrificio de millones de latinoamericanos que se sacrifican en Estados Unidos, España y tantos otros sitios? La sensación que da es que acaban en un consumismo desordenado que no se traduce ni en infraestructuras ni en empleo productivo… Ante esta cruda realidad ¿debemos seguir buscando culpables fuera? ¿quién le tiene que poner el cascabel al gato?Estoy absolutamente de acuerdo en que la cooperación internacional tiene que vivir con rigor el principio de subsidiariedad, impulsando el desarrollo local sin interferencias innecesarias de una asistencia técnica cara y muchas veces ineficiente pero… no nos engañemos, ese no es el problema de América Latina. Tampoco lo es el nivel filantropía de Carlos Slim o de los Cisneros… aunque ellos entregasen toda su fortuna en causas sociales el cambio de fondo seguiría dependiendo de la decisión diaria de cada uno de los millones de individuos que componen nuestros países.Termino ya. Una vez una amiga centroamericana me dijo que ella medía la eficacia de los programas de microcrédito rural, en los que trabajaba en zona mayoritariamente indígena, en razón  de los usuarios del programa de crédito que crecían suficientemente en autoestima como para llegar a presentarse a las elecciones locales, plantando cara a los tradicionales caciques  ¡Qué claridad de visión! ¡Qué agente de cambio!
Rafael Guardans Cambó / 18 de Enero 2008

 

Una Cooperación Internacional que sirva a un país para todos.

Filed under: Cooperación técnica internacional — unpaisparatodos @ 4:25 pm

Empezemos hablando claro: en los sesenta años desde su creación formal en la Conferencia de Breton Woods1, la cooperación internacional ha hecho de todo menos instigar la creación de “países para todos”.  Por eso, pienso yo, ha sido el fracaso tan rotundo de su gestión, el cual ya nadie discute.  Sólo los países para todos son capaces triunfar, y la cooperación internacional no ha ayudado para eso. 
Primero que nada la cooperación nació al final de los 1940s no para “cooperar” sino para competir por las mentes y corazones de los países que quedaron en medio de la competencia entre los dos superbloques de la época.  El bloque soviético quedó maltrecho tras de la guerra que se peleó dentro de sus fronteras, por lo que su capacidad de “cooperar” no comenzó a manifestare hasta bien entrados los años 50.  Aún en el mejor de los casos nunca pudo competir en volumen abierto con el de la oposición, aunque aparentemente sí competía en el campo llamemos que “encubierto”.  
Mientras, la Europa occidental, igualmente maltrecha por la guerra, fue beneficiaria del paquete de cooperación más grande de la historia, el llamado Plan Marshall para la reconstrucción de Europa.  Habiendo mantenido relativamente intacta su capacidad intelectual y organizacional, la inyección de capital de los EEUU permitió la rápida reconstrucción de la infraestructura y la inversión industrial. Para entonces también esa Europa se convirtió en cooperante. 
Pero ni a un lado ni al otro de la famosa cortina de hierro la intención era crear países “para todos”.  Se trataba de en última instancia de alimentar dentro de los países beneficiarios los estamentos que favorecieran a un bando o al otro de la Guera Fría: el mundo productivo empresial por un lado; el sindical y campesino por el otro.  La libertad como antepuesta a la justicia…. y vice versa..  Huelga decir que la creación de la red de países no alineados trajo una enorme confusión a esa clara segmentación del mundo.  Los moviemientos contrarios en Hungría y Checoslovaquia por un lado y en Cuba por el otro fueron cataclísmicos además, generando fuertes ajustes en los programas de cooperación en las respectivas “esferas de influencia”.  Pero la separación de propósitos quedó clara.
Pero bueno, el muro de Berlín cayó, la guerra fría terminó, las torres gemelas se derrumbaron en un ataque por un mundo que antes era sólo cliente de la cooperación, y China surgió como la segunda economía más grande del mundo.  Es otro planeta.  La cooperación, sin embargo, y aunque tras vaivenes y modificaciones del día, sigue embarcada en desarrollar sectores “líderes”.  Lo que nadie aún promueve es el país incluyente, el país de todos, el país público.2  Yo opino que esto ocurre porque un populus no requiere de cooperación internacional.  Al menos no como se provee usualmente.  Y los proveedores de dicha cooperación, formados ya sea en la práctica o en las escuelas de la vieja guardia se resisten a cambiar.  Nótese que el primer requisito para una cooperación empoderarora es entregar el control del proceso a los beneficiarios.  El segundo es que los cooperantes aparezcan sólo cuando se les requiera, lo cual será en ocasiones contadas.  Porque la ética y los valores de un país para todos sólo pueden ser construidas para cada sociedad por los miembros de cada sociedad, su populus.  A pesar de que hay valores universales de país público, no hay modelos transferibles. 
Claro, seguirá habiendo un papel para la cooperación, pero será un papel distinto.  Ésta podría facilitar acceso a otros casos, como inspiración más que como modelos.  Podría aportar técnicas deliberativas incluyentes como herramientas para el proceso de auto-descubrimiento de cada país posible.  Vale señalar que las culturas políticas de nuestra América  no son ni incluyentes ni deliberativas.  Por la menor excusa recurrimos al caucus cerrado entre aquellos que comparten un círculo de comfort. Finalmente la cooperación podría ofrecerse como “amiga del proceso” y respetuosamente inquirir si están presentes en cada paso todas las voces que debetín estar, quién ha quedado fuera, y por qué.  Pero la cooparación externa tiene que ser mínima y casi invisible.  Porque el país para todos tiene que ser de todos.    Pero no de más nadie.

Ramón E. Daubón  /  5 de enero del 2008