Resulta crítico para el desarrollo aumentar la inversión y al mismo tiempo reducir la desigualdad: es como reforzar los motores de la economía y corregir su rumbo. Necesitamos no sólo más sino también mejor inversión. El nivel de inversión es en sí una importante palanca de crecimiento pero su composición incide sobre el tipo de desarrollo que se desea tener. Cuando hablamos de composición nos referimos no sólo a su distribución sectorial sino también al tipo de tecnología que viene asociado con ella así como a la propiedad de esa inversión. Hay inversiones que apuntan a sectores muy promisorios. La tecnología que incorporan y su articulación con otros actores económicos asegura buenos efectos multiplicadores. Son inversiones que arrastran en su crecimiento a frondosas tramas productivas. Hay en cambio otras inversiones que se orientan a sectores de poco potencial o a enclaves económicos con menor impacto o apalancamiento de otras actividades. Si las inversiones llegan a sectores no prioritarios, tan sólo cabe regular eventuales efectos colaterales no deseados. En cambio, para aquellas inversiones que sí se desea atraer puede desplegarse una variedad de acciones de promoción (de amplio uso en los mercados internacionales) de modo de generar entornos favorables. Puede tratarse de una mezcla de incentivos fiscales y de aprovechar acuerdos de mercado, de establecer o fortalecer mecanismos para financiar la inversión, de trabajar bien las expectativas de corto y mediano plazo, de ofrecer seguridad jurídica, quizás regulaciones especiales, transparencia en los contratos públicos, entre otros factores. En última instancia lo determinante de un contexto positivo será contar con precios relativos apropiados, acceso a mercados y una moderna ingeniería de negocios que aseguren efectividad, justicia remunerativa y adecuada rentabilidad. Al aumentar la inversión seguramente mejorará la productividad de la economía y con ello las condiciones para mejorar salarios, lo cual contribuirá a reducir la desigualdad. Sin embargo esto no es suficiente. Con las negociaciones salariales se logra balancear o mejorar la ecuación precios-crecimiento-salarios, pero se deja afuera al universo de la pequeña y micro producción. Respecto a la extendida desocupación, el aumento de la inversión tal como hoy se da muy probablemente logre absorber algunos segmentos pero está claro que no logra abatirla por completo. Estos actores (pequeña, micro producción y desocupados que no logran ser absorbidos laboralmente) también debieran beneficiarse del incremento de la inversión; para lo que será necesario que la nueva inversión también fluya hacia la base de la pirámide social. Esa canalización de la inversión hace parte del concepto de una mejor inversión; es decir, que los propietarios de la inversión adicional sean también actores hoy rezagados o excluídos. Lo cual, dada la escasez de capital propio de esos sectores, exige considerar cómo financiar su formación de capital; esto es, la formación de capital en la base del aparato productivo, mucho más allá de los simples subsidios que hoy se destinan al consumo popular para paliar pobreza e indigencia.Existen felizmente probados mecanismos para canalizar inversión a pequeños y micro emprendedores, a desocupados con capacidad de gestionar unidades productivas. Ellos hacen parte de una batería de nuevos instrumentos económicos, como son los fondos locales de apoyo a la inversión productiva, las redes locales de inversores ángeles socialmente responsables, las desarrolladoras de pequeños negocios en sectores promisorios, las alianzas estratégicas de todos los anteriores con la comunidad científica y tecnológica, los propios emprendedores y los gobiernos locales. No tiene sentido seguir divorciando, por un lado, el crecimiento de la inversión y, por otro, la reducción de la desigualdad social. Sería volver a apostar a un efecto derrame que, o no llega, o llega corto y sin considerar los tiempos sociales y políticos de una población cada vez más conciente de sus derechos y del origen de su situación de exclusión y desigualdad. Es tiempo de concebir nuevas estrategias de inversión donde el efecto en la desigualdad también sea considerado explícitamente.
Roberto Sansón Mizrahi
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