En un proceso de crecimiento con alta concentración del ingreso los sectores que se benefician acumulan enormes excedentes financieros que requieren ser reciclados. Se procura colocarlos en inversiones financieras o de la economía real para, dados ciertos niveles de riesgo, obtener el mayor rendimiento posible. (more…)
Crisis: soluciones o sustitutos
Una crisis puede encararse acudiendo a soluciones orgánicas o a imperfectos sustitutos. Las primeras procuran ordenar y transformar la forma de funcionar de la economía a través de medidas para abatir la desigualdad y movilizar a pleno la capacidad productiva nacional. Pero, ¿qué pasa si por razones políticas, oposición de poderosos intereses, negligencia o cualquier otra razón, esas medidas no se llegasen a aplicar?
Concentración del ingreso y crisis junio 23, 2009
La concentración de los ingresos es uno de los factores estructurales que contribuyeron a generar la presente crisis. Entre muchos otros efectos produce una segmentación de la demanda posibilitando que coexistan sectores afluentes de consumo conspicuo, sectores populares que apenas si cubren sus necesidades básicas y sectores medios que, cuando disponen de excedentes, reproducen a su nivel los patrones prevalecientes de consumo superfluo.
¿Cómo influye sobre el funcionamiento económico esta segmentación de la demanda generada por una estructura económica desigual? De varias formas; algunas económicas y otras socio-políticas. Por de pronto, el consumo superfluo de los sectores afluentes y algunos sectores medios genera un segmento del aparato productivo dedicado a producir los bienes superfluos. Esto consagra una cierta asignación socialmente subóptima de los recursos disponibles y, al mismo tiempo, da lugar a la aparición de actores económicos (las empresas proveedoras de bienes superfluos) interesados en mantener ese tipo de consumo conspicuo y la estructura desigual que lo origina y sostiene.
Para viabilizar su crecimiento la oferta de bienes y servicios necesita ser acompañada por una demanda que vaya expandiéndose a un ritmo semejante. La concentración del ingreso quiebra ese balance ya que el consumo conspicuo de los sectores afluentes no alcanza para absorber todos los bienes y servicios que el aparato productivo puede producir. De no existir una intervención exógena al sistema económico que encare esa brecha, la demanda tenderá a quedar rezagada.
¿Cómo reacciona el sistema para ajustar un desbalance que puede comprometer su expansión? Una fórmula –crecimiento orgánico- es aumentar los ingresos de sectores medios y populares de modo que puedan absorber con recursos genuinos la oferta del aparato productivo. Si esto se logra, a nivel agregado la oferta y la demanda crecerán orgánicamente. Medidas sustitutas que no apunten a transformar este rasgo estructural y sus efectos sobre el funcionamiento económico sólo posponen dolorosos desenlaces.
Roberto Sansón Mizrahi
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Crisis: soluciones o sustitutos
Una crisis puede encararse acudiendo a soluciones orgánicas o a imperfectos sustitutos. Las primeras procuran ordenar y transformar la forma de funcionar de la economía a través de medidas para abatir la desigualdad y movilizar a pleno la capacidad productiva nacional. Entre otras las siguientes: (i) eliminar la profunda regresividad de la estructura tributaria; (ii) reorientar la asignación del gasto público en favor de sectores medios y populares; (iii) asegurar firmemente la estabilidad monetaria; (iv) canalizar el ahorro nacional hacia la inversión real y no hacia la especulación financiera, (v) diversificar y aumentar exportaciones, (vi) promover iniciativas de empresas líderes de redes productivas para fortalecer sus cadenas de valor, asegurando una justa distribución de resultados entre quienes las conforman y optimizando los efectos secundarios en otros actores de sus decisiones estratégicas, (vii) mejorar la acción directa de apoyo a la base de la pirámide socio-productiva a través de canalizar conocimiento de excelencia, financiar formación de capital, asistir en el desarrollo de la gestión, concebir buenas estructuras de negocios y facilitar el acceso a mercados.
Pero, ¿qué pasa si por razones políticas, oposición de poderosos intereses, negligencia o cualquier otra razón, esas medidas no se llegasen a aplicar? Se acudirá a sustitutos que posponen las soluciones. Un sustituto es proveer financiamiento a quienes carecen de ingresos genuinos para expresarse como consumidores; se lo logra flexibilizando los criterios de asignación del crédito. Es obvio que si después de algunos ciclos crediticios no se hubiese mejorado la base de ingresos genuinos, el resultado será una situación de sobre-endeudamiento (imposibilidad de afrontar el pago de los préstamos). Cuando son pocos los que caen en cesación de pagos el problema puede encapsularse pero cuando el fenómeno es masivo, como ocurrió con las hipotecas sub-prime y el segmento de las tarjetas de crédito, la debacle se torna inevitable.
Roberto Sansón Mizrahi
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Salir de la crisis hacia un desarrollo sustentable junio 19, 2009
Nos hemos abocado en Opinión Sur a entender porqué estalló la crisis, la dinámica que le dió origen, las circunstancias que convergieron para que explotara con la virulencia y el alcance global con que lo hizo1. Es éste un esfuerzo analitico necesario para comprender lo sucedido y poder evaluar la pertinencia y probable efectividad de las soluciones que se plantean. De no contar con esa propia perspectiva nos tocaría adoptar la visión hegemónica, inefectiva como la propia crisis desnuda pero repetida una y mil veces por las usinas tradicionales de pensamiento estratégico. Desde nuestra óptica, esta crisis global no es tan sólo financiera aunque fue, sin duda, gatillada por el mal funcionamiento del sistema financiero. Hay otros sustentos, otras circunstancias, otros factores, que generaron la dinámica que nos condujo a la crisis. Sin transformar esa dinámica corremos el grave riesgo de reproducir otro ciclo de salida de la crisis, recuperación, expansión y vuelta a otra crisis. No sólo es posible sino imprescindible superar los profundos desbalances que se dan entre países y al interior de cada país. Es necesario construir una trayectoria de crecimiento orgánico, justo y sustentable; conformar nuevas instituciones capaces de poner el financiamiento al servicio de la producción; abatir desigualdad y pobreza no sólo por un prurito ético sino además porque es condición necesaria para asegurar un balance dinámico entre oferta y demanda. Un mejor rumbo y una más eficaz forma de funcionar no precede a la redistribución de oportunidades, nace con ella. La tarea ahora debe focalizarse en considerar las soluciones que se proponen para salir de la crisis; analizarlas a cabalidad, evaluar los elementos que las conforman y, muy especialmente, señalar todo otro elemento esencial que es ignorado y no tenido en cuenta. El rumbo y la forma sistémica de funcionar es el foco de lo que hoy se discute o debiera discutirse. Las medidas específicas son esenciales pero la direccionalidad que el conjunto de medidas específicas va estableciendo lo es aún más. Pensamiento estratégico, orientaciones de política y medidas específicas hacen parte de un único desafío que se despliega en diferentes niveles. En eso concentramos nuestra atención.
Ebooks
Getting out of the Crisis towards a sustainable development.
Títeres y titiriteros: el horrible encanto de engañar a los jóvenes junio 11, 2009
Cada nueva generación de muchachos y muchachas emerge en el mundo que le toca en suerte. Llegan con la potencialidad de la frescura, del coraje aún no chamuscado, del talento de sus jóvenes neuronas y vocaciones, con la determinación de los riesgos no medidos.
Los hemos generado pero no nos pertenecen. Los hemos educado como supimos o pudimos pero está escrito que escogerán sus senderos. Quisimos cargar en sus mochilas todo lo que consideramos indispensable para una travesía que apenas imaginamos.
Les llovió la tecnología que produjimos y que hoy nos están enseñando a operar. Les dijimos del sentido de los días, de aquel elusivo sentido que se esfuma en un paso y se reafirma en otro, que apacigua sin notarlo la inacabable sed de transitar y de conocer sólo lo nuevo. Quizás escucharon pero no había madurez para entender. Y allí salieron.
Al doblar la esquina se toparon con una sorpresiva libertad en un barrio no protegido, tal como nos pasó a nosotros; sólo que esta vez los engaños fueron otros y los titiriteros diferentes.
Arrancaron con el empujón del que acaba de descascarar su envoltorio familiar; como siempre sucedió (¿lo recordamos?). Salieron disparados con sus propias angustias y temores, con sus lastimaduras y abandonos, con su celular y sus mensajes de texto, conectados por su ombligo a Internet, apurados, impacientes con nuestra impaciencia. Saltaron ágilmente alambrados que otrora costaba esfuerzo dejar atrás. Sin transición se encontraron en campo abierto. Respirando trasnochadas fuera de control, húmedos de adrenalina, vulnerables a los riesgos. Los titiriteros los cazaron sin problema; siempre fueron los tiernos pasto fácil para los depredadores de la pradera.
Les mostraron montañas digitales y les dijeron que había arriba picos. Y como quisieron probar les proveyeron de alturas encapsuladas ¿Pasarla bomba? Aquí va impostura instantánea. ¿Querés la manada? Con esto te incorporas a tu gusto. ¿Necesitás más, hoy, mañana, los fines de semana? Tomá, aspirá, chupá. ¿Descubriste tu nuevo cuerpo que ya no es de niño o niña y no sabés cómo usarlo? Destapate, mostrá y vamos al rodeo; que allí no tenés que pedir permiso.
No se requiere autorización para deambular la pradera; tan sólo poses, estirar la mano y aspirar compulsivamente a ser rápidamente feliz. ¿Para qué esforzarse? ¿A qué imbécil se le habrá ocurrido beatificar el esfuerzo? Si todo se acomoda con la merca, el fernet y abrazarnos con los amigos que creemos de hierro porque dicen que nos acompañarán en todo, en todas y para siempre. Desconocen las agachadas de la calle, los olvidos de los grupos, la indiferencia de la manada, el manoseo de los titiriteros.
Están rodeados de facilismo e inmediatez ¿Por qué posponer un placer si tenemos hedonismo a la carta, empaquetado en sobrecitos o para tragar en sorbos de siglo y medio? Ahora es la consigna. Como el café instantáneo, como la comunicación instantánea, como la relación instantánea, como el desnudo instantáneo. Te desbocás a gusto, te sentís más adulto que los estúpidos adultos, y te pasás la noche esperando el alba mientras los boludos duermen. Después regresás arrastrando los pies a tu casa, trasnochado a morir, creyéndote feliz aunque ya, a pesar de lo que ingeriste y chupaste, algo adentro te va diciendo que no es suficiente, que sos todo poroso, que tendrás que recargar porque perdiste en minutos lo que cargaste en horas. ¿Y de donde vendrá ese cosquilleo de insatisfacción que te acompaña a todos lados si te estás divirtiendo a lo loco? (¿o no es así?), si tranzaste con uno cualquiera (¿no era lo que querías?), si tragaste riesgo y se te desarrugó tu corazoncito por unas horas (no me rompan con el dolor del alma).
Quise entender y pregunté1. Me dijeron que sólo en la manada y con los suplementos se aplaca la soledad, la apatía, los vacíos. Los demás lo ven pasar desde la platea pero no lo sienten. Es que son sacudones fuertes los que alquilan y no hay perspectiva de otro rumbo ni de la futilidad de éste. Vale más amordazar el desconcierto y tomar prestada la carcajada de los demás; porque si lloro o no entiendo soy un pibe que nadie toma en serio. Sabés que las cosas que te pueden hacer mierda están en tu mano (sus palabras) y que nadie te puede “atajar” porque los padres ni se enteran. Si se enterasen demasiado pronto, chau joda, pero tardan en caer y cuando se asoman ya está instalada la nueva cultura y los argumentos para defenderla y justificarla. El fuego de hoy quema más.
Los titiriteros danzan como si estuviesen coordinados; lucran con el engaño y marchitan muchachadas. Tiran la piedra y esconden la mano. Algunos lo logran. Son los jefes de la merca y sus cómplices protectores; son los diseminadores culturales del despropósito, del vacío, del mensaje engañoso de algunas publicidades; son quienes desde los medios de comunicación instalan la “normalidad” paralizante, los desvíos y cantos de sirena que raptan el imaginario juvenil y consagran la trasgresión y alienación.
El trabajo sucio lo hacen los “dealers” barriales; los boliches que ponen el tablado; los kioscos de cada esquina que camuflan el alcohol y venden lo prohibido a los menores. Lo hacen los padres que condonan, que no acompañan, que no están o están azorados.
Escribe el reportero: “Hace cuatro o cinco años la pasta base que antes era un mero desecho químico de la cocaína, se transformó en una mercancía de primer orden y se masificó en las zonas marginales. (…) A sus consumidores primero los pone eufóricos y luego fisurados; no tarda en volverlos adictos. Rápidamente entran en una fase de alucinaciones, paranoias y agresiones salvajes. Se los conoce como los muertos vivos. Son como vampiros de un elixir que se mezcla con viruta de metal y ceniza, que se arma con latas agujereadas y que conduce a la muerte cerebral en seis meses. La latita los vuelve erráticos y violentos, y la desesperación por conseguir dinero, en asesinos voraces”2 Cierra su nota imaginando al párroco de la calle de la muerte caminando los pasillos de su laberinto y concluye simple, desde el corazón atenazado: “Qué cura testarudo. No sabe rendirse”.
Cuando cargué todo lo que pude cargar en mi angustia pensé; pensé cómo habremos de salir de este pantano (porque si nos quedamos ahí nos hundiremos más y más); cómo dar la mano a esta maravillosa juventud victimizada. No es posible abandonarlos, no me dan las tripas para eso. Miré para otro lado hasta que pude. Hoy las risas impostadas de los títeres me inundan de tristeza y la sorna de los titiriteros me subleva. Muchachada que quiere convencerse que está en lo máximo; imposible que imaginen las lágrimas del callejón sin retorno. Canallas que lucran con la esperanza.
Pensé planes y acciones sistémicas porque así es como pienso y entiendo, y estoy seguro que los habrá. Después miré mis manos y me pregunté qué hicieron ellas. Reconocí las madres que luchan en los barrios por sus hijos o, cuando los perdieron, por los hijos de los demás; curas, pastores, rabinos de villas y barriadas; movimientos sociales; organizaciones de ayuda; policías honestos y no los otros; fiscales, jueces y funcionarios de verdad y no aquéllos; todas las lágrimas secas. Hay mucho más por hacer. Padres, amigos, otros significativos.
Es el vivir cotidiano el que nos toca abrir aún más para los muchachos. Escucharlos para comprender y no predicar, aprender de ellos para saber ayudar. Siempre duele admitir que también yo debo cambiar, no sólo los pibes; que no puedo más hablarles desde la verdad sino desde una búsqueda conjunta, con sus códigos e imaginarios. Aceptar que cada quien procura labrar su propia identidad, buscar y erguirse por sí mismo.
¿Será que la limpieza la encararán los propios pibes? ¿Sabrán reconstruir sus grupos, alejar la carroña, reconocerse en la penumbra? Sólo esperar no basta. ¿Podrán tomar la ayuda de quienes se juegan con ellos, no hundirse en áreas de mayor riesgo, protegerse de los titiriteros siempre pobres en compasión; resurgir joven y no más títere en pena?
¿Cómo compartir esto con los muchachos y muchachas del barrio, con las víctimas de nuestra aldea global? ¿Cómo recibirlos y ser recibidos? ¿Cómo abrazarnos fuerte, fuerte, bien fuerte? Ojala podamos -como aquel adelantado- ser todo lo testarudos que fuese necesario y que no sepamos rendirnos.
Notas:
i. Mucho agradezco los enriquecedores comentarios ofrecidos por Marina Stern ii.Jorge Fernández Díaz, El párroco de la calle de la muerte, nota publicada en La Nación, Argentina, el 23 de abril de 2009
En pos de un pensamiento original junio 9, 2009
“Anuncio: Se busca un nuevo Galileo o un Copérnico dispuesto a reformular teoría económica. Presentar modelos y datos a los veinte primeros departamentos de economía del mundo (según el ranking de US News and World Report). En caso de no respuesta, dirigirse a los veinte primeros departamentos de sociología.”
Imagine el lector este aviso en cualquier periódico de prestigio internacional, como pueden ser Le Monde, el Corriere Della Sera, el Financial Times, o el Wall Street Journal.
Quienes hoy están al frente de países del primero y de otros mundos afectados por la crisis buscan iluminar la penumbra económica en la que está sumido el planeta con la linterna mortecina de un keynesianismo de bajo amperaje. Se preguntan, supongo, ¿Qué puedo hacer para parecerme a Franklin Delano Roosevelt? Y no encuentran la respuesta.
Los dos últimos años no han sido favorables a la reputación de los economistas sostenedores del pensamiento hegemónico. Durante mas de dos décadas asistimos a lo que parecía ser un irresistible ascenso de esa perspectiva económica . Pero hoy se ve que fallaron en señalar la fragilidad fundamental de los mercados financieros y que no anticiparon la crisis. Ahora, en pleno desbarranque de la economía global, no se ponen de acuerdo ni sobre las políticas adecuadas ni sobre el curso probable de los acontecimientos. En números anteriores de Opinión Sur pude indicar las diversas “escuelas” de propuestas económicas de rescate de las economías centrales y también de las periféricas. Son diferentes las unas de las otras, pero tienen dos características en común: son inciertas y son intelectualmente mediocres.
Lo curioso es que en el último cuarto de siglo se han hecho mas investigaciones económicas que en toda la historia anterior. Sin embargo, en medio de esta crisis, los economistas mas citados son los muertos: por ejemplo John Maynard Keynes, Irving Fisher, o Hyman Minskyi. Pertenecen a generaciones anteriores.
Desde la década de los setenta, los economistas, sostiene John Kayii, están abocados a un gran proyecto. Se trata nada menos que de sentar las bases microeconómicas del cálculo macroeconómico. En otras palabras, esto significa que lo que tienen que decir acerca de las grandes decisiones de políticas importantes, como son el crecimiento y la inflación, el auge y la recesión, debe sentarse en el estudio del comportamiento individual. O si el lector prefiere otra versión de lo mismo, se trata de construir modelos a partir del comportamiento racional de individuos que buscan “optimizar” sus intereses. Pero este “tipo ideal” de homo oeconomicus es una estilización de una configuración histórico-cultural que (1) no se dio en todas partes sino en uno de los posibles mundos capitalistasiii, y (2) es insuficiente, aun allí donde es culturalmente legítimo, para explicar tanto el comportamiento individual como el comportamiento social.
No son pocos los economistas que se felicitan de esta decisión paradigmática, y consideran que su tarea colectiva ha sido un éxito. En las principales universidades de los Estados Unidos y en general del mundo actual globalizado, dominan al resto de las ciencias sociales en términos de recursos, prestigio y remuneración. Ocupan una posición sobresaliente en el campo de poder de las disciplinas.iv Debo recordar al lector, sin embargo, que en la organización actual de las universidades llamadas “de investigación” (research universities), los criterios de excelencia son auto-referenciales. En cada disciplina, son los pares quienes adjudican el rango, premiando o desaprobando el desempeño académico de cada uno. Este es el mayor freno al trabajo pluridisciplinario por problemas, que siempre ocupa un segundo lugar detrás del trabajo intradisciplinario por área especializada. En el campo de las ciencias sociales, el mayor halago lo recibe quien exhibe un trabajo riguroso (fundamentalmente matemático), y allí los modelos de los economistas se llevan la palma. Ubicada así en la cima de la jerarquía universitaria, cuyo galardón ha sido el acceder al club de los premios Nobel, la profesión se distancia de todas las demás en tanto sociedad de bombos mutuos. Nunca la torre de marfil ha sido tan exquisita, ni la sofisticación tan bizantina.
No cabe duda: los modelos econométricos tienen una gran precisión. Pero su elegancia formal tiene poco que ver con la realidad empírica. Quienes tienen que formular y ejecutar políticas públicas, quienes tienen que tomar decisiones concretas para sus empresas, grandes, medianas o pequeñas, los negociantes, los trabajadores y el público en general, no se interesan por la precisión o por la elegancia formal de los modelos. Quieren saber si son útiles para sus actividades que fundan la riqueza de un país. Buscan explicaciones que iluminen y no que ofusquen. En el campo de lo real, muchos economistas parecen comportarse –para usar una expresión criolla—“como perro en cancha ‘e bochas.”
A veces la arrogancia auto-referencial no tiene límites. Uno de los Nóbel en economía, el profesor Robert Lucas –premiado por fundar la macroeconomía sobre bases microeconómicas—llegó a formular una tesis –llamada entre sus pares “la crítica Lucas” en la que sostenía que las predicciones económicas no deben someterse a la verificación estadística normal, porque tal verificación empírica destruiría a demasiados modelos hermosos. Esa actitud me recuerda una anécdota apócrifa del gran filósofo del idealismo alemán, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quien, interpelado al final de una conferencia por un señor que le dijo “Profesor, su teoría no se ajusta a los hechos” respondió “Pues peor para los hechos” (Umso schlimmer fur die Tatsachen!).
Creo que el problema reside en la búsqueda de una ciencia universal del comportamiento, a partir de premisas demasiado simples. La economía, a diferencia de la física, no es una ciencia básica. Hace tiempo que la física busca (por ahora sin éxito) una “teoría de todo”. Einstein la buscó sin encontrarla: para él se trataba de reducir la explicación del universo a una teoría de partículas elementales en un solo campo unificado. Lo que en física es posible aunque no se ha logrado todavía en economía es una búsqueda fútil y algo cómica –algo así como la ambición enciclopédica de Bouvard y Pecuchet, aquellos ridículos personajes de Flaubert. Buscar una teoría única “de todas las cosas” a un nivel ontológico mas bajo, es decir, al nivel de comportamientos humanos complejos es una quimera.
Muchos economistas insisten en partir de premisas simples para llegar, al fin del camino, a situaciones complejas. Lo mismo sucedió hace 5 siglos con la teoría de Ptolomeo (que provenía a su vez del siglo VI a.c.) –aceptada como dogma por la Iglesia medieval- que hacía de la Tierra el centro del universo. Esta teoría podía explicar hasta un cierto punto el movimiento (aparente) de los astros, del sol y los planetas. Y hasta hoy sirve perfectamente para hacer cálculos de navegación en alta mar con un sextante, un reloj y unas tablas astronómicas, aplicando la trigonometría esférica. Es el caso de un cálculo preciso para una circunstancia particular sobre la base de una teoría equivocada. Pero, dado que el sol y no la tierra está en el centro del sistema, el sistema ptolomeico no podía explicar muchas anomalías en otros cálculos. Para ello formulaba muchas explicaciones ad hoc, que llamaba “epiciclos.” Terminaba con explicaciones complejas y barrocas para salvar sus presupuestos. Galileo y Copernico revolucionaron la astronomía de su tiempo cambiando la premisa, ajustándola a la realidad. Desde entonces sabemos, aunque no parezca cuando el sol sale de madrugada y al atardecer se pone, que nuestro mundo gira alrededor de él. Frente a la crisis actual, las ciencias económicas están en un momento copernicano. Las cosas no funcionan de acuerdo con las predicciones del modelo, y en apuros, muchos economistas añaden ciclos y epiciclos. Se necesita pues, un Copérnico o un Galileo en este campo.
Para que la economía se vuelva una teoría general del comportamiento humano, hay que fundarla en dos presupuestos fundamentales: extrema racionalidad de los actores y eficiencia de los mercados. Pero esta pretensión es en si misma irracional. Cualquier otra teoría realmente válida tiene alcance medio, y se basa en la formación y evolución de las creencias y en el avance del conocimiento empírico de pautas de comportamiento. Aquí nos acercamos a las otras ciencias sociales, en general dejadas de lado por los economistas, porque no tienen ni tendrán la pretensión de una teoría general. Los esfuerzos de la sociología en la década del cincuenta por formular una teoría general fueron abandonados en las décadas siguientes y esa fue la condición del avance de esa disciplina.
Pero aun estando así las cosas, hay un reducto importante de economistas “puros” que realmente cree que sus esquemas pueden explicar todo el comportamiento humano y que realidades tales como los valores, las normas que no se ajustan a un esquema racional, y en general lo que hace a la cultura en un sentido lato de la palabra, son especulaciones desprolijas e imprecisas –algo así como fantasías poéticas. Estos “duros” de la profesión económica son los talibanes de las ciencias sociales.
Para quienes viven en el mundo real, los propósitos de estos teóricos dogmáticos son verdaderos despropósitos. El apotegma de la racionalidad de la acción y la eficiencia de los mercados no son premisas geniales. Cualquiera las entiende. El problema es que son falsas. Gran parte de los dilemas a resolver en economía y de los temas a explicar: por ejemplo la generación del beneficio y la inestabilidad de los mercados globales, resultan de la falla de esos presupuestos en gran parte de las situaciones concretas. Las estampidas bursátiles, la evaluación equivocada de los haberes, y la falta de información de los actores nos han llevado a donde estamos, y los economistas han tenido poco o nada que decir.
En ciencias sociales –incluyendo la economía—sólo pueden producir conocimientos aproximados y provisionales. Las teorías que mas iluminan la realidad económica son ramos de hipótesis de alcance medio, que iluminan situaciones particulares. Debemos partir de regularidades empíricas, usar estadísticas avanzadas, y comprender la “gramática” de normas y valores que guían el comportamiento. Ya es bastante, y da mejores resultados. Las ciencias sociales son del mismo orden epistemológico que la ingeniería y la medicina: son técnicas de diagnóstico que ayudan a la acción pública y privada. Son disciplinas pragmáticas, no disciplinas paradigmáticas.
La crisis global de nuestra época es al mismo tiempo un desastre y una provocación a pensar de manera diferente. Es la nuestra también una crisis de la organización del conocimiento. Y como la investigación hoy se realiza mayormente en los centros universitarios, es hora de repensar la universidad, con el objetivo de desarmar los departamentos académicos existentes y recomponer sus elementos en equipos pluridisciplinarios en torno a desafíos prácticos y problemas complejos. Hasta hoy hemos transitado el camino del aislamiento entre disciplinas y de una súper-especialización dentro de ellas. Llegó la hora de equipos inclusivos de diversos expertos con tareas específicas. Como decía un famoso político del siglo XX, la única verdad es la realidad.
Notas: i. Muy leídos hoy son el paper de John Maynard Keynes, “The Great Slump of 1930,” (1930), el trabajo de Irving Fisher, “The Debt-Deflation Theory of Great Depressions” (1934), y el libro de Hyman Minsky, Can «It» Happen Again? Essays on instability and finance (1982). ii. Economista británico, autor del libro La Verdad Acerca de los Mercados (2003). Escribe con frecuencia para el Financial Times. iii. Sobre estos mundos, recomiendo leer el libro del sociólogo danés Gosta Esping-Andersen, Social Foundations of Postindustrial Economies, 1999. Este autor distingue entre varios homines: homo liberalis, homo familis y homo socialdemocraticus. iv. Ver al respecto el artículo de John Mankoff y Verónica Montecinos, «El Irresistible Ascenso de Los Economistas,» Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, no. 133, abril-junio de1994.
Juan Eugenio Corradi
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Concentración del ingreso y crisis
La concentración de los ingresos es uno de los factores estructurales que contribuyeron a generar la presente crisis. Entre muchos otros efectos produce una segmentación de la demanda posibilitando que coexistan sectores afluentes de consumo conspicuo, sectores populares que apenas si cubren sus necesidades básicas y sectores medios que, cuando disponen de excedentes, reproducen a su nivel los patrones prevalecientes de consumo superfluo.
¿Cómo influye sobre el funcionamiento económico esta segmentación de la demanda generada por una estructura económica desigual? De varias formas; algunas económicas y otras socio-políticas. Por de pronto, el consumo superfluo de los sectores afluentes y algunos sectores medios genera un segmento del aparato productivo dedicado a producir los bienes superfluos. Esto consagra una cierta asignación socialmente subóptima de los recursos disponibles y, al mismo tiempo, da lugar a la aparición de actores económicos (las empresas proveedoras de bienes superfluos) interesados en mantener ese tipo de consumo conspicuo y la estructura desigual que lo origina y sostiene.
Para viabilizar su crecimiento la oferta de bienes y servicios necesita ser acompañada por una demanda que vaya expandiéndose a un ritmo semejante. La concentración del ingreso quiebra ese balance ya que el consumo conspicuo de los sectores afluentes no alcanza para absorber todos los bienes y servicios que el aparato productivo puede producir. De no existir una intervención exógena al sistema económico que encare esa brecha, la demanda tenderá a quedar rezagada.
¿Cómo reacciona el sistema para ajustar un desbalance que puede comprometer su expansión? Una fórmula –crecimiento orgánico- es aumentar los ingresos de sectores medios y populares de modo que puedan absorber con recursos genuinos la oferta del aparato productivo. Si esto se logra, a nivel agregado la oferta y la demanda crecerán orgánicamente. Medidas sustitutas que no apunten a transformar este rasgo estructural y sus efectos sobre el funcionamiento económico sólo posponen dolorosos desenlaces.
Roberto Sansón Mizrahi
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La sociedad desconcertada
La aceleración contemporánea y las rápidas transformaciones que se suceden afectan a todas las capas sociales (aunque muy particularmente a jóvenes y a sectores indigentes) generando una sociedad cada vez más desconcertada. Prima una mirada azorada sobre sus problemas y desafíos, con la contracara de una baja reacción para encontrar soluciones; lo cual desemboca en mayor ansiedad, desorientación y alienación que se expresan de muchas formas, incluyendo adicciones (alcoholismo, drogadicción, juegos de azar, consumismo), focos de nihilismo, intolerancia, agresividad, violencia social y doméstica.
Una sociedad desconcertada contribuye a sostener la dinámica que conduce a la crisis ya que conlleva debilidad para comprender, resistir y ajustar conductas. Permite la manipulación de voluntades y el desarrollo de una cultura del temor que, cuando estalla una crisis, se transforma facilmente en pánico que magnifica enormemente el impacto de la crisis.
Frente a esto cabe un trabajo permanente de esclarecimiento, de comprensión de dinámicas complejas, de identificación de mejores opciones, de refuerzo de la propia confianza y la resiliencia, de motivación para encarar y superar dificultades. Son acciones orientadas a elevar la conciencia individual y grupal, a fortalecer valores de larga data adaptados a la presente fase histórica de la humanidad.
Ninguna poción mágica resolverá el desconcierto; tampoco iluminado alguno. Ayudará en cambio el esfuerzo cotidiano del sector público, el privado y las organizaciones de la sociedad civil por asociar reflexión, pensamiento estratégico y acción transformadora.en todos los frentes de nuestra vida social y política. Estamos en un histórico punto de inflexión del desarrollo global pero el rumbo que en definitiva primará se está aún definiendo; el metal está caliente listo para ser moldeado.Todos debiéramos poder aportar a ese crítico esfuerzo.
Roberto Sansón Mizrahi
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Desfasaje entre fuerzas económicas globales y gestión nacional
El estallido de la crisis internacional encontró un mundo donde las fuerzas económicas son de envergadura global mientras que la gestión política sigue siendo de alcance nacional. Se produjo un quiebre o desfasaje entre el desarrollo económico internacional y la gestión pública internacional. Esto quedó claramente expresado en los primeros momentos de la crisis global: la reacción inicial fue descoordinada y cada país intentó salvarse por su cuenta. Muy pronto se tomó conciencia que no era una simple economía nacional la que entraba en crisis sino el conjunto de las economías centrales, con muy posibles rebotes sobre el resto del mundo en desarrollo. En ausencia de una instancia global de gobierno y ante el fenomenal desborde, fue necesario coordinar las respuestas entre los propios países.
El hecho que existan problemas globales pero no un gobierno global, agrega una severa restricción para enfrentar la crisis y corregir las dinámicas que la generan. Lleva a reflexionar sobre los cambios institucionales que deberían encararse.
Lo que se impone es diseñar una transición hacia un orden internacional que deje atrás las desigualdades extremas y cuente con instituciones globales de gobierno debidamnte articuladas con la gestión de los gobiernos nacionales. Sería un proceso equivalente a lo que ocurrió cuando, lejos en el pasado, se conformaron los gobiernos nacionales y las ciudades-estado y otras jurisdicciones locales tuvieron que acomodarse a las nuevas circunstancias.
Esta transición no es sencilla ya que requiere conciliar un gran número de intereses. Hay temas muy difíciles como preservar la diversidad de identidades y nacionalidades y la distribución de funciones entre los niveles local, nacional y global. Se trata de encarar problemas globales sin recortar la jurisdicción necesaria para encarar con efectividad problemas y aspiraciones nacionales o locales. Desafío complejo y controversial por la interacción que existe entre niveles que, en ocasiones, torna borrosos los límites de lo que es global, nacional y local.
Roberto Sansón Mizrahi
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