Para quienes cuestionan el enfoque restaurador, el tipo de crecimiento al que se pretende regresar no sólo no conduce hacia un desarrollo sustentable sino que fue responsable de la crisis. Ese crecimiento generó una dinámica económica que llevó a concentrar activos e ingresos y, si bien hubo ciertos esfuerzos fiscales y de orientación del gasto público que procuraron compensar esa tendencia, el proceso de concentración siguió su curso con devastadores efectos en casi todos los frentes (1):
(i) En lo social, una creciente e irritante desigualdad minó la cohesión social, provocó violentas reacciones, afectó la gobernabilidad democrática y generó condiciones para un aumento de la inseguridad y de sistemas delictivos agravados. El proceso de concentración desaprovechó irresponsablemente el enorme potencial productivo y social que anida en las grandes mayorías poblacionales.
(ii) En lo ambiental, provocó un alarmante deterioro de recursos no renovables inducido por la combinación de una desaforada búsqueda de beneficios corporativos y un cada vez más extendido consumismo irresponsable. Esto ha afectado las bases sobre las que se asienta un desarrollo global sustentable a mediano y largo plazo.
(iii) En lo económico, la desigualdad segmentó la demanda efectiva que quedó rezagada respecto a una oferta productiva cada vez más dinámica sustentada en un fenomenal desarrollo científico y tecnológico. Para cerrar la brecha se acudió al financiamiento del consumo en lugar de apuntar a mejorar el nivel de los ingresos genuinos de las amplias mayorías, desviando recursos de la economía real hacia una agresiva especulación financiera, lo cual aceleró el proceso de concentración y terminó generando enormes burbujas financieras a la espera de un detonante para hacerlas explotar.
Nota: 1) Para un análisis más detallado puede consultarse el artículo Europa, ajuste transformador, no restaurador http://www.opinionsur.org.ar
Roberto Sansón Mizrahi
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