Es indudable la influencia que ejercen los medios de comunicación sobre la opinión pública; día tras día deciden lo que es importante mirar, conocer, encarar, ignorar. De ahí que diversos grupos busquen disponer de canales mediáticos afines para hacer valer sus perspectivas, posiciones, intereses.
De existir diversidad de medios con similar alcance desaparecería el sesgo mediático porque un rango mayor de opiniones y perspectivas podrían expresarse enriqueciendo el diálogo democrático. Sin embargo, quienes disponen de mayores recursos suelen tomar control de importantes medios. Este es un hecho que ocurre en muchos países donde se establecen oligopolios mediáticos que inciden desproporcionadamente sobre la opinión pública y la agenda política y económica.
A su vez, los gobiernos utilizan en provecho de las causas que representan los recursos públicos administrados. Un caso extremo es el de dictaduras que se sirven de los medios para desinformar y manipular a la opinión pública. Por su parte es igualmente cierto que en democracia cada partido político procura sacar provecho de su paso por la función pública. En ocasiones, un mismo partido que tiene responsabilidades de gobierno local y utiliza discrecionalmente los recursos públicos de que dispone, critica a su opositor que gobierna a nivel nacional por practicar la misma política que utiliza a nivel local. Luego, la situación política cambia y las acusaciones se invierten.
Una situación delicada y compleja se presenta cuando grandes oligopolios mediáticos controlan la información y la investigación periodística. Como sólo los gobiernos están en condiciones de enfrentarlos, la confrontación entre ambas fuerzas hace que al sesgo mediático se le oponga el sesgo gubernamental. Mientras perdure esa polarización será difícil transformar un sesgo independientemente del otro. La respuesta más constructiva pasa por la democratización de acceso y de contenidos, asegurando que todo el espectro de opiniones e intereses pueda expresarse en igualdad de condiciones; tal vez entonces podrían desmontarse en simultáneo tanto el sesgo mediático como el gubernamental.
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Roberto Sansón Mizrahi
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