La concentración económica no se da en abstracto sino a través de actores concretos que eufemísticamente se denominan los “mercados”. Una nota de David Fernández del diario El País señala que los actores más poderosos son los fondos de inversión que administran activos por 18 billones de euros. La mayor gestora de fondos es Blackrock que maneja recursos equivalentes a dos veces el PBI de España. Le siguen en importancia los fondos de pensiones que manejan cerca de 14 billones de euros. Luego están los fondos soberanos creados por países con superávit fiscal; los principales son de Abu Dhabi, Noruega, Arabia Saudita, China, Kuwait, Singapur y Rusia, que administran 2,5 billones de euros. Luego vienen los influyentes hedge funds o fondos de alto riesgo que, si bien manejan activos por un billón y medio de euros, utilizan apalancamiento de deuda y derivados que les permite multiplicar varias veces su impacto real en los mercados: sus agresivos propósitos y altamente especulativas estrategias suelen generar fuertes focos de inestabilidad acompañados de corridas y pánico.
No sólo la magnitud de recursos que administran este puñado de actores es fenomenal si no que la forma como se gestionan es terrorífica: los objetivos que persiguen, reflejados en sus criterios de inversión, generan inestabilidad sistémica. Es que cada fondo es conducido por administradores profesionales que reciben un mandato de maximizar beneficios ponderados por los riesgos que asumen. El mundo queda a merced de gestores orientados por el afán de lograr resultados pero sin obligación de considerar las consecuencias de su accionar sobre el conjunto social ni el sistema que los privilegia. Entrenados y alentados a especular son compensados en función de sus logros financieros sin medir los efectos colaterales de sus decisiones.
Esos fondos (el núcleo duro de los “mercados”) no sólo recolectan ahorros de sectores afluentes sino también de sectores medios que, por su gran número, pesan fuerte. Lo trágico para ellos (ansiosos de obtener los más altos retornos posibles) es que sus dineros son canalizados hacia colocaciones que, en presencia de una crisis, terminan generando inestabilidad sistémica que atenta contra sus propios intereses.
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Roberto Sansón Mizrahi
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