Mientras los medios de países afluentes llenan sus espacios con titulares que interesan, asustan y paralizan a sus audiencias, en Somalia de mayo a julio de 2011 murieron de hambre 29.000 niños menores de cinco años. Puede entenderse, aunque es inaceptable, la desproporción de cobertura de las preocupaciones que movilizan a unos y otros. La desigualdad, la pobreza, el ninguneo político de las mayorías, la opresión comercial, la descarnada especulación, pareciera que corriesen por cauces separados pero no es así. Si sorprendieron las virulentas explosiones en el mundo árabe, en Grecia, en Londres, en Madrid, en Chile, y en tantos otros lugares menos reconocidos, qué creemos que pasará cuando esas aguas converjan sobre nuestra propia costa.
Ante una crisis, países, corporaciones y personas procuran transferir a otros el costo de la traumática situación. Es obvio que los más poderosos tienen mayor capacidad para descargar sus propias responsabilidades. De ahí que los menos poderosos se movilicen para proteger sus amenazados intereses. Ni el pánico ni una mirada azorada ayudan. Es en el fragor de la crisis que se toman cruciales decisiones. Soluciones orientadas a “rescatar” a quienes han sido timoneles del desastre descargan sobre los más débiles el peso de una restauración que restablecerá dinámicas semejantes a las que generaron la crisis. Hoy la opción es transformar no restaurar.
No es menor el desafío: habrá que comprender lo que sucede ya no desde la perspectiva de los privilegiados sino de la justicia social y de una democracia plena mucho menos imperfecta de la que rige en la mayoría de países. Será también necesario renovar los liderazgos que no sepan o quieran conducir las impostergables transformaciones.
Es verdad que el mundo arde, que las realidades son complejas y los desafíos no son pocos ni simples. Pero de eso se trata. Hay talento, determinación, prudencia, vigor para ir adelante. Estamos en el umbral de un mundo necesitado de transformarse y éste el momento para hacerlo cuando la lava aun no ha cristalizado. Esta épica marcha no es nueva; llega desde épocas remotas cargada con las imperfecciones y perfecciones de la naturaleza humana. Sólo que hoy los convocados para avanzar somos nosotros.
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Roberto Sansón Mizrahi
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