Si se tratase de salir de la crisis y regresar a la situación de pre-crisis, entonces podría ser suficiente adoptar tan sólo medidas inspiradas en políticas keynesianas. Ellas lograrían fortalecer la muy golpeada demanda agregada generando condiciones para una reactivación productiva y, de ahí, se restablecería una espiral que algunos (no este autor) denominan virtuosa por inducir crecimiento. Al expandirse la economía crecen los ingresos fiscales mientras se reduce el peso relativo de la deuda soberana. El sistema económico recupera su vigor, las expectativas cambian a positivas y, si primase cierta cordura, podrían hasta adoptarse nuevas regulaciones para prevenir que ocurran una vez más “excesos” en la gestión financiera.
Si en lugar de medidas keynesianas se aplicase un ajuste salvaje como sucede en países europeos, en verdad también algún día se saldría de la crisis sólo que dejando atrás un enorme tendal de víctimas. El ajuste abatiría el sobre endeudamiento y el déficit público a costa de sacrificar duramente el nivel de ingresos y de consumo. Como ocurre en casi todas las crisis, el mayor precio habría sido pagado por los más vulnerables y aquellos sectores con menor capacidad de reacción frente a una recesión. Al ordenar las cuentas se recompone el orden macroeconómico, se reactivan los motores económicos por una mayor productividad asentada en el retroceso salarial y, vaya sorpresa, paso a paso se restablece aquella espiral de crecimiento que algunos empecinados insisten en seguir llamando virtuosa.
En ambos casos se persigue el objetivo de recuperar lo perdido y restaurar, en todo lo posible, el orden de precrisis. Difieren en algo no menor y es que el costo social de un ajuste salvaje es infinitamente mayor que una salida de la crisis utilizando políticas de reactivación económica. En lo que sí coinciden es que ambas estrategias no apuntan a transformar la dinámica económica prevaleciente antes de la crisis aunque, como las evidencias demuestran, haya sido ese tipo de dinámica concentradora la que nos condujo hacia la crisis.
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Roberto Sansón Mizrahi
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