La generación de valor impactará de forma diferente a la sociedad según como estuviese organizado el proceso productivo. En primerísimo lugar pesa muy fuerte si el valor se genera en un contexto de mercado más o menos abierto en el que priman aceptables grados de libre y justa competencia o si, por el contrario, se estuviese operando en un mercado oligopólico (con muy pocos productores) o monopólico (un único oferente). Son enormes las diferencias resultantes de operar en uno u otro tipo de mercado y distintas las exigencias y desafíos con que se enfrenta la acción reguladora del Estado. En mercados altamente concentrados la posibilidad que un puñado de actores obtenga ganancias extraordinarias a expensas del resto es muy alta y, por tanto, resulta imperiosa una fundada intervención pública. La regulación debe estar bien fundada porque también es cierto que algunas actividades necesitan de una gran escala para poder desarrollarse y competir en mercados globales.
Así es que, por un lado, no se puede permitir el lucro de unos a expensas de los demás utilizando prerrogativas, influencias, evasión de impuestos, fijación unilateral de precios o condiciones de venta, la destrucción deliberada de la competencia ni la corrupción de políticos y reguladores. Pero, al mismo tiempo, sería peligroso no comprender que la competencia global exige la presencia de actores de envergadura con la capacidad de gestión y financiera para acceder a los umbrales de mercados donde anidan buenas oportunidades comerciales.
La síntesis que es necesario lograr parte de concebir que, en la realidad contemporánea, son enteros sistemas económicos y no sólo empresas individuales quienes compiten y, para que puedan hacerlo con efectividad, todos los actores intervinientes, no sólo quienes exportan o lideran cadenas de valor, deben participar con la mayor equidad posible de los resultados del esfuerzo colectivo: pequeños y medianos proveedores, distribuidores, las organizaciones de la sociedad civil, el sector público que provee infraestructura social y productiva, el sistema educativo, la comunidad científica y tecnológica, los gobiernos locales, entre muchos otros.
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Roberto Sansón Mizrahi
© copyright Opinión Sur, 2012
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