¡Qué tragedia cuando un pueblo es engañado por manipuladores para dar paso a gobiernos que atentan contra sus intereses! Tienen el poder económico a su lado (y varios son parte de ese poder); cuentan con las complicidades ya señaladas de medios hegemónicos que denostan a sus oponentes y les ofrecen un blindaje mediático para disimular errores e intenciones; de sectores anquilosados de la justicia que traban todo intento transformador; de equipos de abogados, asesores de imagen, publicistas, cosmetólogos para completar la impostura; de seguidores ávidos de empleos y prebendas, de figuración y de traficar influencias.
Lo más doloroso es el proceso que montan los grupos concentrados para lograr colonizar mentes y emociones de personas de buena voluntad que son llevadas a accionar en contra de sus propios intereses. No son cómplices sino trabajadores, sectores medios, pequeños emprendedores, personas cándidas bombardeadas con mentiras y engaños contrabandeados como verdades. Es que movimientos políticos y gobiernos que atentan contra intereses populares no pueden defender su accionar a campo abierto; necesitan enmascarar intenciones y esconder las consecuencias de las políticas que logran imponer.
Es otra vuelta de oprobiosa concentración de la riqueza, de aumentar la desigualdad, de perpetuar una pobreza que dicen, ¿quién no lo diría?, querer eliminar. Es también la persecución de liderazgos locales que intentan resistir el desamparo, la ignominia, la pérdida de derechos esforzadamente conquistados; que mantienen la dignidad de alzar su voz, de expresar el dolor y la angustia que les agobia, de marcar el rechazo y que otro es el rumbo deseado para el país y sus familias.
Es una forma horrible de gobernar y los costos caen con esas políticas sobre los más indefensos. O es que alguien ha visto a los grupos de poder abandonar sus lujos, ceder sus irritantes privilegios, dejar sus ostentosos estilos de existir.
Está claro que no cabe bajar los brazos, que es crítico saber y recordarnos que hay otras opciones y formas de gobernar, que los retrocesos son temporales, que ayudan a revisar propios errores (que no suelen ser pocos), que llaman a ampliar las coaliciones y a mejorar todo lo mucho que puede ser mejorado.
Imposible ignorar que la unión hace la fuerza y que sería suicida adormecerse porque los procesos ni nos esperan ni se detienen. Y una necesaria reflexión para cerrar estas líneas: harán todo lo posible para hacernos desviar la mirada y nuestras energías de las grandes canalladas; provocarán conflictos subsidiarios que usarán para tapar terribles medidas económicas que nos someterán con rudeza.
Es una forma horrible de gobernar aquella que promueve la codicia en lugar de la solidaridad, la que necesita de nuestra alienación para acelerar sin sentido, la que concibe una sociedad con una cúpula decidiendo y el resto obligado a seguirla, la que desmerece lo significativo y endiosa la banalidad. Es una horrible forma de gobernar aquella que miente, engaña, construye falsedades y procura hacernos perder el rumbo.
Párrafos finales del artículo «Horribilis gubernátio (una forma horrible de gobernar)» a ser publicado en las ediciones de febrero de Opinión Sur http://www.opinionsur.org.ar
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