Un país para todos

La Primera Guerra Mundial No Ha Terminado por Juan Eugenio Corradi noviembre 8, 2016

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La conflagración en Medio Oriente (Siria, Iraq, Libia, Afganistán, Palestina, e Irán, entre otros participantes) no ofrece, desde un punto de vista histórico, ni una analogía con otras épocas, ni es un paragón. Es algo peor. En forma tajante, diría que es una continuación.

Corre el verano de 1943 en el sud de Italia. ‘E la Guerra, ¿continua?’ Pregunta una marino curiosamente ataviado a un campesino en las costas de Sicilia. Estaba subido a la torre de mando de un viejo submarino que había emergido de las profundidades cerca del estrecho de Messina. El campesino lo mira extrañado y contesta: ‘Si, la Guerra continua’. — ‘Ah, maledetto Káiser’! exclama frustrado el comandante, y el navío se sumerge otra vez.

Es una de las tantas bromas que circulan sobre la Marina de Guerra italiana. Aquí la comicidad descansa en la confusión entre la Primera y la Segunda Guerra mundial. El submarino emerge en plena Segunda Guerra pero pertenece a la Primera. Estaba escondido desde 1918.

Cuando hago el repaso de la situación actual en Medio Oriente la broma deja de ser graciosa. En estos días una barroca coalición orquestada por los Estados Unidos ha puesto sitio a la ciudad de Mosul, en Iraq, que hace dos años había caído en manos del llamado “califato” de Daesh (Estado Islámico). [1] El sitio será largo y la lucha feroz. El ejército iraquí, ayudado en su retaguardia por fuerzas especiales norteamericanas tiene como objetivo desplazar a los militantes islámicos y eventualmente ocupar la ciudad. La coalición del asedio se compone además de fuerzas de choque Kurdas y milicias chiitas entrenadas por Irán. Como la población de Mosul es predominantemente sunita, existe un temor bien fundado de posibles represalias y venganzas por parte de las milicias chiitas. En este intríngulis de intereses cruzados y alianzas de ocasión, los Estados Unidos se ubican nuevamente en un impasse estratégico, que es una constante de su intervención en Medio Oriente. Por un lado coordinan el ataque y por otro, tratan de mediar entre los elementos de su propia coalición. En referencia a leyendas clásicas de la guerra, el sitio de Mosul hace recordar el sitio de Troya narrado por Homero, en el que la coalición griega se ve continuamente amenazada por disputas internas. En el caso de Mosul valen otras referencias. Los guerreros de Daesh non sólo ofrecen una feroz resistencia, sino que emplean la táctica de “tierra arrasada” para negar a los futuros conquistadores el fruto de su victoria. Recordamos aquí también la estrategia rusa frente a la invasión napoleónica.[2] Entretanto la población civil, que ha sufrido la dura imposición islámica del califato, se ve ahora usada como escudo humano, y está atrapada entre dos fuegos. Como en Alepo, también en Mosul, literalmente la población civil es carne de cañón.

Por si fuera poco, Turquía ha decidido intervenir en el conflicto, aunque nadie había solicitado su intervención. Turquía tiene dos objetivos principales: uno es contener la iniciativa de los soldados kurdos, ya que la nación de Kurdistán quiere instalar su propio estado en un terreno que hoy ocupan Iraq, Irán y Turquía. [3] Bajo pretexto de atacar al califato los turcos quieren atacar a los kurdos. El segundo objetivo turco es extender su propia frontera en Iraq y así contrabalancear la creciente influencia regional de Irán y su injerencia en Bagdad.

Pero lo que mas llama la atención es la justificación que ofrece el presidente turco (que no niega su aspiración a ser un nuevo sultán). Recep Tayyip Erdogan ya había instalado tropas turcas en la base de Bashiqa en el Norte de Iraq, y ahora insiste en participar en la batalla de Mosul. Así Turquía pretende volverse el defensor de Turkmenos y árabes sunitas, que viven en y alrededor de Mosul. Recordemos aquí que Turquía es todavía miembro pleno de la OTAN, lo que complica aun mas el tablero geopolítico. El presidente turco se ha puesto a coquetear con Rusia y China –cosa extraña para una miembro de la OTAN—y de esta manera contribuye a internacionalizar aún más la situación.

En su ascenso a la dictadura personal, el presidente Erdogan invoca la “injusticia histórica” de la Primera Guerra Mundial, cuando los aliados triunfantes dividieron el Imperio Otomano en Medio Oriente y crearon artificialmente los países que hoy se ven incendiados: Iraq, Libia, Siria, Líbano y Palestina. El recuerdo de la Gran Guerra es muy vivo en estos pueblos porque configuró el nuevo mapa del Oriente Medio con los despojos del imperio otomano, aliado del Káiser Guillermo II de Alemania, que se arrancaban las potencias vencedoras Gran Bretaña y Francia. Estas potencias firmaron polémicos acuerdos sobre los que se fundaron los nuevos estados independientes tanto los árabes, como el de Israel. El proyecto de un gran estado árabe unido, gobernado por Faisal, hijo del Sheriff de La Meca, se resquebrajó en seguida por las maquinaciones de los gobiernos de Londres y París. Los ‘acuerdos Sykes-Picot’ de 1916 cuya elaboración fue muy penosa estuvieron a punto de ser anulados por sus ambiciones coloniales de división geográfica de estos pueblos. Mark Sykes propuso separarlos entre Gran Bretaña y Francia con una ¨línea en la arena¨, desde la ciudad mediterránea de San Juan de Acre hasta Kirkuk en la Mesopotamia. En la conferencia internacional de Versalles de 1919, y después en la de Ginebra, se dio un espaldarazo al mandato inglés sobre lo que ahora es Iraq y Jordania, y al francés sobre Siria y El Líbano. Georges Picot desvinculó el territorio libanés de Siria, al que se unía al principio Palestina.

Alepo y Mosul comparten la misma historia, y la cultura. Mayoritariamente sunitas, ambas ciudades formaron parte del estado Zangid en el siglo 12.[4] Se separaron después de la caída del Imperio Otomano, cuando las potencias occidentales se repartieron el botín de la Primera Guerra. Los franceses querían que Mosul fuese parte de Siria pero los ingleses se opusieron, y Mosul pasó a ser parte de Iraq. Con el pasar del tiempo las dos ciudades se hicieron rebeldes, en un caso contra la dictadura feroz de la minoría alauita en Siria, y en el otro caso contra la opresión chiita atrincherada en Bagdad.

Cito a Erdogan: “No hemos nunca aceptado voluntariamente las fronteras impuestas a nuestro país.” Nada le resultaría tan grato como poder redibujar esas fronteras.

De esta manera, y nuevamente, los Estados Unidos tratan de armar un compromiso entre los beligerantes de su propia coalición: turcos, kurdos, sunitas, chiitas, iraquíes e iraníes. Pero están en un aprieto, o como dice el refrán criollo, están “como perro en cancha e’ bochas.”

Pensemos ahora que el Medio Oriente equivale hoy a los Balcanes de 1914 (países de los que Churchill decía “producen mas historia que la que son capaces de consumir”) y que las fronteras establecidas por las potencias occidentales en 1918 vuelven a estar en cuestión. Conclusión: la Primera Guerra Mundial no ha terminado. Después de un largo sabático estratégico, hoy vuelve a estallar, con distintos matices, acentos y actores. Si Sarajevo fue la chispa que desató aquella conflagración, hoy toda una región del planeta chisporrotea, con posibles consecuencias –como en aquella época—enormes e insospechadas. Podríamos ir más lejos: Primera, Segunda, Tercera: ¿no será acaso una sola guerra?

Entretanto, en esta guerra que se extiende como reguero de pólvora mueren niños: en Alepo, en Mosul, en el mar como náufragos. En Alepo rusos y alauitas bombardean escuelas. En Mosul los niños están atrapados entre dos fuegos, entre la mazorca del Daesh y los cañones del ejército grande que rodea la ciudad y que, una vez “liberada,” se dividirá en lucha intestina. Pero un niño herido o muerto en Alepo es igual a otro niño muerto o herido en Mosul, u otro ahogado en el mar. Toda una niñez hoy vive en el terror. Sus cuerpitos destrozados pesan toneladas en la conciencia mundial. No es momento de callar. Lo supo Mercedes Sosa cuando escribió la canción Los niños de nuestro olvido:

“Si las flores del futuro

Crecen con tanto dolor,

Seguramente mañana

Será un mañana sin sol.”

[1] El Estado Islámico de Irak y el Levante, conocido en ocasiones como Estado Islámico o como Daesh. es un grupo terrorista insurgente de corte yihadista wahabita formado por militantes fieles a Abu Bakr al-Bagdadí que en junio de 2014 autoproclamó el califato desde la ciudad iraquí de Mosul pidiendo lealtad a todos los musulmanes del mundo.

[2] Sin ir mas lejos, recordemos la maniobra del General Manuel Belgrano en nuestra guerra de independencia. en la retirada estratégica denominada éxodo jujeño, donde se obligó a la población de las provincias de Jujuy y Salta a replegarse hacia Tucumán, arrasando con todo aquello que pudiera servir al Ejército Realista para continuar su avance.

[3] “Unos seis millones de kurdos, un grupo étnico distintivo con su propia lengua y cultura, diferente de las poblaciones árabes, persas y turcas que prevalecen en la zona, habitan esta región autónoma de unos 40.000 km2 en el norte del país. Conforman el 15% de la población iraquí y en su mayoría son musulmanes sunitas, pero tienden a adoptar una interpretación menos conservadora de la fe, lo que les ha valido el rechazo de grupos islamistas extremistas.” Referencia enciclopédica.

[4] Ver al respecto la opinión de un experto: http://www.juancole.com/2014/06/erases-border-hizbullah.html

 

Acumular despiadadamente por Roberto Sansón Mizrahi

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Acumular, acumular más, acumular mucho más; sin fin, sin límites, sin misericordia.

El desaforado proceso de concentración de la riqueza es uno de los factores más destructivos de la realidad contemporánea. Esta concentración que involucra la apropiación de activos e ingresos es un fenómeno que se ha desatado y acelerado a nivel mundial. Impulsa además la consecuente concentración del poder de decidir en otras cuestiones además de las económicas y moviliza una serie de complicidades en áreas tan sensibles como la de los medios de comunicación, los sistemas educativos, la política, la Justicia, el conjunto de valores y actitudes predominantes. Su influencia se proyecta sobre la destrucción ambiental, los enfrentamientos geopolíticos, el crecimiento de los fundamentalismos ideológicos, la huida hacia el nihilismo, las adicciones, la alienación existencial, un gravoso y peligrosísimo retroceso en la permanente búsqueda de significación de nuestro vivir.

Esa concentración se produce por la extracción de valor que los más poderosos realizan sobre los menos poderosos, los más débiles, los vulnerables. Es una tendencia global por la que todo aquel que puede y está imbuido por una alienada codicia se organiza y posiciona para apropiarse de un valor que es generado por otro. Los principales actores, y también en otra escala muchos otros, aspiran a acumular el máximo valor posible, sin límites, sin remordimientos, sin compasión para con los que son despojados de buena parte del producto de su esfuerzo y del de sus antepasados.

Las explicaciones, justificaciones, argumentaciones en defensa de ese accionar son infinitas, tantas o más de los cuestionamientos que reciben. No sólo son inacabables sino mucho más audibles por los altavoces y canales de distribución de ideas y valores que controlan. Quienes se benefician de la concentración no están dispuestos a resignar graciosamente sus privilegios aunque sepan que con su accionar causan tremendo daño al planeta y a la entera humanidad. ¿Por qué les habría de importar si operan dentro de la racionalidad hegemónica, si son parte de una dinámica sistémica que no fue creada por ellos sino que, así lo afirman, simplemente la aprovechan?

Si acaso pudieran reflexionar y mirar más allá de un corto plazo (que puede súbitamente hacerse cortísimo por la explosión de una reacción generalizada) tomarían conciencia que el rumbo y la forma de funcionar que directa o indirectamente han ayudado a imponer conduce a un abismo social y ambiental que también los tragará a ellos. Aquí no caben medias tintas ni nadie puede esconderse detrás de la fatua creencia que los “éxitos” (privilegios) que han acumulado los grupos concentrados y sus cómplices han sido por propio esfuerzo. No hay fórmula alguna que pueda explicar, menos aun convalidar, tamaño nivel de acumulación sin la presencia de acciones ilegales o ilegítimas. Esto es, una trayectoria que pudo haber combinado acciones delictivas (entre otras, evasión tributaria, lavado de dinero, vinculación con el crimen organizado), depredación ambiental (agotamiento de recursos naturales y destrucción del medio ambiente) y abusos de poder de mercado (extorsión a proveedores, trabajadores, clientes y Estados, despojo de activos a personas o competidores en precaria situación, forzar la adquisición de empresas que podrían mantenerse independientes pero son absorbidas para reforzar capacidad oligopólica).

Ese puñado de enormes apropiadores está tan sumergido en sus propios valores del todo vale, a cualquier costo, sin límites, sin misericordia (noción desconocida en su cultura), que no perciben la proximidad de graves riesgos sociales y ambientales. Necios como son, creen disponer de una coraza impenetrable que les garantiza eterna impunidad por lo que cometen. No entra en su irracionalidad que el dolor, las frustraciones y los resentimientos que generan desatan explosiones de odios y venganzas. Ojala encontremos respuestas pacíficas a este sistema de sometimientos en cadena; que la desesperación e impotencia no desemboquen en violentas erupciones. Miradas torvas se expanden por el mundo mientras en democracias capturadas se esteriliza la capacidad y quizás también la determinación de transformar un proceso encajonado en un callejón sin salida.

 

Alepo es el Nuevo Guernica por Juan Eugenio Corradi noviembre 7, 2016

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El ataque coordinado sobre sirios civiles constituye un crimen de lesa humanidad y sólo puede ser revocado no por protestas moralistas sino por un uso sensato de la fuerza.

La semana del 25 de septiembre de 2016 es una fecha que vivirá en la infamia. Un corto cese al fuego acordado entre Estados Unidos y Rusia terminó el lunes y dio pié a la reanudación de las atroces hostilidades. Ese mismo día, un convoy de ayuda de las Naciones Unidas fue abatido por un ataque aéreo del cual los estadounidenses y los europeos culparon a Rusia. Mientras tanto, el régimen de Bashar-al-Assad en Siria montó una ofensiva masiva en la parte oriental de Alepo, un reducto de rebeldes que están peleando contra ese régimen. Como en el pasado, el régimen usó bombas de barril[1] y de racimo[2], como así también armas químicas de manera indiscriminada contra la población. Los ataques contra civiles constituyen una clara violación a la ley humanitaria internacional. El último ataque aéreo fue el más mortífero de un conflicto que dura cinco años y medio, que ha cobrado las vidas de 300.000 personas y ha desterrado de sus hogares a la mitad de la población del país.

Esta masacre rememora a Guernica durante la guerra civil española, en abril de 1937 (irónicamente, en esos días la Rusia soviética tomó partido por los “buenos muchachos”—el gobierno Republicano—contra Franco). Fue un bombardeo aéreo sobre la ciudad vasca de Guernica llevado a cabo a instancias de los rebeldes nacionalistas por parte de sus aliados: la Legión Cóndor nazi alemana Luftwaffe y la Legionaria Aviación fascista italiana, bajo el nombre clave Operación Rügen. El ataque fue infame porque involucró el deliberado objetivo de matar civiles por parte de una fuerza militar aérea. El número de víctimas aún está en disputa, sin embargo ronda los 1.000—un pequeño número en comparación con los repetidos ataques aéreos realizados sobre la ciudad siria de Alepo.

En respuesta a estos ataques, y encomendado por el gobierno Republicano de España de entonces, el gran artista español Pablo Picasso compuso un cuadro al óleo del tamaño de un mural. Picasso usó una paleta de grises, negros y blancos y su trabajo permanece como una de las más elocuentes pinturas opositoras a la guerra de todos los tiempos. La pintura fue primero exhibida en Paris en 1937. Por expreso deseo del pintor, la obra permaneció fuera de España hasta el final del régimen de Franco. Una copia en tapiz del Guernica de Picasso fue exhibida en las paredes del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York a la entrada de la sala del Consejo de Seguridad desde 1985 hasta 2009. Cabe preguntarse qué pensarían hoy los actuales miembros del Consejo de Seguridad del tapiz si lo vieran de camino a sus infructuosas deliberaciones acerca de la crisis en Siria.

La responsabilidad por los actuales crímenes recae no solo en el régimen de Bashar-al-Assad y el gobierno ruso que lo apoya, sino también en la mal dirigida estrategia de las potencias occidentales lideradas por Estados Unidos. ¿Por qué está errada la política occidental en Siria?

Durante esta crisis, Estados Unidos ha insistido en una premisa que pocos, si es que algunos, creen y sobre la cual los rusos se han llenado la boca, mientras que el consumado diplomático ruso Sergei Lavrov le toma el pelo al hiperactivo pero menos efectivo Secretario de Estado estadounidense John F. Kerry con la diplomacia preventiva arrastrándolo a un callejón sin salida, cuando Estados Unidos y sus aliados simplemente tienen que renunciar, como resulta claro en la notable y reciente declaración conjunta occidental que reza: “La carga de la prueba está sobre Rusia para probar que está deseosa y apta para tomar pasos extraordinarios para rescatar los esfuerzos diplomáticos”.

La equivocada premisa de la estrategia occidental termina en un rotundo fracaso. ¿Cuál es esta premisa? Se presume que no hay una solución militar para el conflicto sirio. En cualquier conflicto, esto ocurre cuando una de las partes en disputa erróneamente llega a la conclusión que la lucha ha llegado a un impasse, cuando en realidad la otra parte no cree eso y continúa avanzando. Para ser claros, el objetivo eventual—pero sólo eventual—es una serie de acuerdos diplomáticos para resolver la guerra civil siria mediante la negociación y el compromiso.

Sobre tan errada premisa, Estados Unidos cree que Rusia estaría dispuesta a encarar un acuerdo negociado a cambio de un cese al fuego y el supuesto prestigio de conducir una operación militar conjunta con Estados Unidos en Siria contra los grupos terroristas. Esto es una vana ilusión y es muy fácil de desenmascarar. Por otro lado, la visión rusa es la opuesta y esto no es ningún secreto. Sergei Lavrov ha dicho de manera clara y rotunda: el presidente Bashar-Al-Assad es el único socio viable en la lucha contra el “terrorismo”—un muy flexible epíteto ya que mi “luchador por la libertad” es tu “terrorista” y viceversa. Lavrov calificó al ejército de Assad como “la fuerza más eficiente para combatir el terror en Siria”. Para los rusos el objetivo estratégico es: Permitir que Assad prevalezca, sangrienta como seguro será su “victoria” (por supuesto, los rusos nunca pestañearon ante la brutalidad ilimitada de Stalin, quien fue registrado afirmando que “la muerte soluciona todos los problemas—si no hay más persona, no hay más problema”.) y sólo luego intentarán acordar con Assad y convencerlo que sea más “civilizado”.

La creencia que las negociaciones que siguen ahora sobre el cese de fuego llevarán a la paz y a algún tipo de transición hacia un régimen post-Assad, junto con las tibias y contradictorias políticas de Estados Unidos en el terreno, ubicaron a los Estados Unidos en una encrucijada de la solo se sale o bien con una accion de fuerza, o bien con el rabo entre las patas. Las exhortaciones contra la actual masacre sin ninguna acción tendiente a pararla no resolverán nada.

[1] . N.T.: Una bomba de barril es un tipo de artefacto explosivo improvisado (IED, por sus siglas en inglés), que por lo general consiste en barriles llenos de explosivos, con frecuencia shrapnel, aceite o armas químicas, y fragmentos metálicos como clavos que se proyectan como metralla, y que son lanzados desde un avión o un helicóptero. Debido a la cantidad de explosivos que estos artefactos pueden albergar, así como a su baja precisión y a su uso indiscriminado en áreas civiles (incluyendo campos de refugiados), sus detonaciones suelen ser devastadoras. Sus críticos las han caracterizado como armas ilegales y destinadas a crear terror. https://es.wikipedia.org/wiki/Bomba_de_barril

[2] . N.T.: Una bomba de racimo o bomba «clúster» es una bomba de caída libre, o dirigida, lanzada desde el aire o desde la superficie. Las bombas de racimo contienen un dispositivo que, al abrirse, libera un gran número de pequeñas bombas. Estas sub-municiones causan diferentes daños, como perforar vehículos blindados con su carga explosiva o matar o herir a mucha gente de manera indiscriminada con sus fragmentos de metralla, o comenzar incendios. https://es.wikipedia.org/wiki/Bomba_de_racimo

 

De una manera u otra: la política estadounidense en la encrucijada por Juan Eugenio Corradi

Filed under: Uncategorized — unpaisparatodos @ 8:52 pm

El sistema bipartidista estadounidense está en quiebra. El Partido Republicano ya no existe—tanto en sustancia como en forma. El partido Demócrata se ha transformado por defecto en el partido del status quo. De una manera u otra, con quien llegue a pasar, la próxima administración será efímera, y podrá tanto prolongar el impasse geopolítico de pax estadounidense como escoltarla hacia un declive abrupto[1].

Conforme la temporada política en Estados Unidos se calienta nos conmina a considerar algunos de los fundamentos de la política estadounidense y su impacto en el mundo. Hay varias características únicas de esta temporada política—algunas de las cuales con implicaciones a largo plazo para las relaciones internacionales. En este artículo las enumeraré. Para evitar las trampas de la predicción, en las cuales todas las ciencias sociales frecuentemente caen, es importante realizar dos cosas: primero, analizar la situación actual bajo la perspectiva de largo plazo de la historia y, segundo, examinar escenarios alternativos para el mediano plazo.

Con la mirada de largo plazo de la historia, para una buena perspectiva permítasenos considerar a la antigua Roma. La Roma republicana dio paso al Imperio cuando las instituciones republicanas y la cultura política republicana no podían lidiar más con los desafíos de la expansión global y las eventuales extralimitaciones. Durante los primeros 500 años, Roma fue una austera y bien organizada república depredadora (justo como Estados Unidos ha sido una democracia rapaz desde su fundación), siempre creciendo; para los segundos 500 años se había transformado en un imperio afluente que llegó a su punto culminante, declinó y colapsó. De los 150 emperadores sólo cinco fueron considerados realmente buenos (por lejos el más atractivo fue Marco Aurelio). Bastante temprano en su fase imperial, Roma logró sobrevivir a algunos locos. Sus payasadas son recordadas hasta hoy. Luego del perverso Calígula, Nerón fue el más errático y corrupto. Focalizo en Nerón sólo por una razón—una que resuena hoy. Él fue cruel y arbitrario. Los romanos suspiraron con alivio tras su muerte, pero uno de ellos notó que algo fundamental había cambiado.

Publius Cornelius Tacitus era un senador romano y un historiador del Imperio y esto es lo que escribió (estoy desempolvando mis antiguos libros de latín de mi escuela secundaria):

Finis Neronis ut laetus primo gaudentium impetu fuerat, ita varios motus animorum non modo in urbe apud patres aut populum aut urbanum militem, sed omnis legiones ducesque conciverat, evulgato imperii arcano posse principem alibi quam Romae fieri. Una traducción al español sería: “Bienvenida como ha sido la muerte de Nerón en la inmediata emoción de todos los que se regocijaron, sin embargo ha levantado no solo volátiles pasiones en la capital entre los senadores, la ciudadanía y los militares de la ciudad; sino también en todas las legiones y sus comandantes: el secreto del poder ha sido revelado, que un emperador puede fabricarse en otra parte fuera de Roma”. Las negritas son mías porque considero que son unas líneas brillantes y perceptivas. Nerón había sido desafiado por gente fuera de Roma y llevado a suicidarse. A partir de allí, los gobernantes romanos frecuentemente provinieron de afuera de la clase dirigente de la capital—principalmente fueron aventureros, especuladores y ambiciosos comandantes militares. No sólo la república sucumbió al imperio, pero el imperio cayó preso de los energúmenos—energéticos forasteros poseídos por un endiablado fervor.

Avancemos rápidamente hasta Donald Trump, el vehemente magnate que ha tomado a Estados Unidos por asalto. Triunfó en orquestar la adquisición hostil de un partido díscolo—el Antiguo Gran Partido (GOP por sus siglas en inglés) de Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt y Dwight Eisenhower. El Partido Republicano se lo merecía desde hacía tiempo, habiendo mostrado mayor habilidad para impedir el gobierno que para gobernar propiamente dicho. Durante las últimas elecciones primarias presidenciales presentó a demasiados candidatos débiles, defensores de intereses creados pero que simulaban dar voz a grupos sociales que la globalización liberal había marginalizado, en particular a la clase media en decadencia y muy especialmente a los varones blancos cristianos. Estos aspirantes presidenciales solo lograron ridiculizarse unos a otros y finalmente allanaron el camino para un forastero más genuino: un magnate de bienes raíces que no necesitaba auspiciantes para financiar su campaña y quien estaba dispuesto a dar voz estridente a la resentida pequeña burguesía. De hecho, el principal soporte de Trump consiste en el lamento de un grupo al cual la historia está por arrasar. Trump ha logrado transformar un partido establecido (hoy destruido) en un movimiento con una relativamente estrecha pero extremista base social: supremacistas blancos, xenófobos, nativistas, nacionalistas y aislacionistas. Con esta base, él busca asaltar la presidencia como ha asaltado al GOP. Manteniéndose los demás factores idénticos, no es probable que gane. ¿Pero se mantendrán los demás factores idénticos? Carece de un centro organizacional con experiencia, de aliados y patrocinadores poderosos y del apoyo de considerables elites. Pero un gran escándalo entre los Demócratas, un evento catastrófico en suelo estadounidense, o el estallido severo de una guerra abierta en algún punto caliente del mundo, cambiaría el panorama a su favor. Incluso si, y cuando, él fallase, el daño ya estaría hecho.

Como en Roma luego de la muerte de Nerón, en Estados Unidos de América el secreto del poder ha sido develado, que un presidente puede ser fabricado en otra parte más allá de Washington, por un hombre suficientemente audaz o por una banda de energúmenos subidos a la ola del miedo y descontento populares para con las elites e instituciones existentes. La historia no se repite a sí misma, pero rima (Mark Twain). Adolf Hitler erró miserablemente en su primer intento de tomar el poder (el Putsch de la Cervecería de 1923). Pero 10 años después, bajo circunstancias más nefastas para la República Alemana, él triunfó, esta vez dentro de los límites de los procedimientos políticos establecidos y con el acompañamiento de las masas.

De una forma u otra, como en la Roma post-republicana o en la Alemania post-republicana, así también en los Estados Unidos post-republicanos: La apuesta está hecha para los romanos, la pelota está en juego para los alemanes y para nosotros … ¡los dados aún están en el aire! El tempo de la historia se ha acelerado. Lo que llevó 500 años para que la pax romana se esfumase, ahora podría llevar solamente 50 para que la pax estadounidense haga lo mismo.

De una forma u otra, del lado Republicano, si Donald Trump es derrotado, el GOP puede ser derribado con él y perder el control de todo, o al menos de la mitad, del Congreso. Podría llegar a ser su peor derrota electoral desde 1964, cuando Barry Goldwater perdió ante Lyndon B. Johnson. Hay incluso un escenario peor para el GOP: si Donald Trump gana en Noviembre, el partido tendrá que vivir con sus desastrosas políticas por cuatro años y cargar con este lastre para siempre. Trump hará de los Estados Unidos un país más pequeño y mezquino. De una forma u otra, el Partido Republicano así como lo conocemos está muerto.

El otro polo del andrajoso sistema bipartidista estadounidense—el Partido Demócrata—tiene distintas problemáticas, y por el momento sobrevivirá la insurgencia del ala derecha del espectro. El partido finalmente ha cerrado filas detrás de la candidata Hillary Clinton, pero a regañadientes y principalmente para bloquear a Trump. Los Demócratas también se han dividido y han soportado su propia insurgencia, esta vez desde la izquierda en el movimiento que rodeó al Senador Bernie Sanders. En mi opinión, el movimiento no se disipará por el contrario crecerá, especialmente bajo su futuro gobierno, si llega a pasar.

La Sra. Clinton está lejos de ser una figura amada excepto por sus colaboradores y cortesanos. Ella ha sido una formidable e incesante perseguidora del premio presidencial al establecer una máquina electoral que es más efectiva con respecto a su propia operación que con los objetivos hacia los cuales se aplica, salvo la búsqueda del poder por el poder mismo. La Fundación Clinton es un buen ejemplo: es un inteligente andamiaje para trepar hacia el poder, con el trabajo caritativo como efecto colateral. Más aún, la naturaleza instrumental de su personalidad y sus acciones son demasiado evidentes como tales y, por ende, incapaces de despertar entusiasmo. Dado el desbarajuste Republicano, bajo un gobierno de Clinton, el Partido Demócrata se transformará en el partido de la clase dirigente y del status quo, pese a endulzar el mantenimiento del sistema con un número de iniciativas progresistas que no irán al corazón de los problemas que afligen al capitalismo: severa inequidad, avance de la automatización, decaimiento de la infraestructura, crecimiento alimentado en base al endeudamiento y la pobre educación del pueblo. Detrás del aparato de Clinton están los pilares de la clase dirigente: los medios de comunicación, los sectores altamente sofisticados en materia tecnológica, el mundo financiero y por supuesto Hollywood. Es un ancien regime (antiguo régimen) haciendo gestos reformistas, con María Antonieta transformada en analista política.

Un futuro gobierno de Clinton indefectiblemente hará retroceder la insurgencia de extrema derecha y fortalecerá algunas instituciones (ninguna democrática por cierto) que contendrán la temeridad populista, en particular los militares y la Corte Suprema. Esto podrá dar tiempo y espacio para que un movimiento más racional y verdaderamente progresista se conforme y crezca. Esto es apenas un atisbo de un espectro de esperanza: la reforma de los Republicanos en partido conservador en vez de ser una facción neofascista y la emergencia de una bien organizada y aggiornada izquierda con o sin los Demócratas.

De una forma u otra, en el mediano plazo el sistema político estadounidense luchará por seguir rengueando y el país confrontará una serie de impasses estratégicos alrededor del mundo. Al interior, los partidos de Estados Unidos podrán ser capturados por movimientos mientras en el extranjero la arena internacional será testigo de múltiples confrontaciones entre las naciones mucho menos hábiles que antes para despertar apoyos de los bloques o llegar a consensos razonables sobre los desafíos que nos afectarán a todos. En términos geopolíticos, hemos regresado a un viejo “balance de poder”, a la Realpolitik y al universo hobbesiano del conflicto generalizado.

De una forma u otra, el próximo gobierno estadounidense por cualquiera de los partidos (o lo que queda de ellos) será probablemente una presidencia de un solo período: si fuera por los así llamados liberales, tendrá una cobertura de simulada corrección política; si fuese por los denominados conservadores, tendrá como cobertura la cacería de brujas y chivos expiatorios. Mientras tanto, en muchas partes del mundo la vida de los hombres y mujeres seguirá siendo desagradable, brutal y corta.

No me hubiese gustado vivir en la Europa post-romana del siglo V y tampoco ambiciono pasar los años que me restan en un mundo post-estadounidense que ha perdido su brújula. Pero al final, alguna brújula se encontrará y otro globalismo emergerá de la confusión del presente. En los próximos artículos, trataré de establecer nuevos focos de luz en el ocaso de occidente.

[1] . En este artículo utilizo las versiones con mayúsculas y minúsculas de “republicano” y “demócrata”. En el caso de las mayúsculas, los términos Republicano y Demócrata refieren a los partidos políticos estadounidenses, mientras que los términos republicano y demócrata en minúsculas refieren a conceptos y tradiciones ya consolidados en la teoría política.

 

De la desigualdad a la inestabilidad sistémica por Roberto Sansón Mizrahi

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Un crítico factor que enerva el funcionamiento económico es la creciente desigualdad que existe entre países y, dentro de cada país, entre sectores sociales; desigualdad generada por un proceso de acumulación que, de no mediar decisiones políticas en contrario, tiende a concentrar la riqueza.

Pugnas y tensiones a nivel global

Cuando en los países centrales se producen serios estrangulamientos por una oferta productiva que no cesa de crecer y que depende para sostener ese crecimiento de una demanda que no acompaña, el funcionamiento sistémico bracea en búsqueda de soluciones que le permitan proseguir con su estructura intacta. Ese tipo de soluciones que facilitan el acceso al consumo pero no a los ingresos (implicaría tocar la estructura distributiva) requieren de un sistema financiero que empuje todo lo que pueda los límites de viabilidad del proceso concentrador; actúa como un efímero dique que pospone hasta donde puede el estallido de temibles burbujas especulativas.

Al mismo tiempo, los países centrales procuran compensar su contraída demanda interna con agresivas políticas de acceso a los mercados del resto del mundo. Mercados que encuentran muy difícil resistir esa agresión, peor aun cuando gobiernos neoliberales imponen una apertura de importaciones que barre con sus incipientes industrias y servicios.

Al interior de las economías no centrales se reproducen las desigualdades derivadas del proceso concentrador con el agravante de sufrir extendida pobreza y funcionar con un débil aparato productivo, frágil mercado interno y frecuentes estrangulamientos de sector externo. Estos factores y las duras circunstancias internacionales desestabilizan su funcionamiento económico dando paso a una recurrente inestabilidad que compromete su desarrollo.

Impactos de la concentración

* La concentración de la riqueza lleva a la segmentación de la demanda efectiva. Los sectores concentrados, con necesidades básicas plenamente satisfechas, desarrollan una demanda conspicua que envía señales al aparato productivo para que produzca ese tipo de bienes y servicios. Se consagra así una pésima asignación del ahorro nacional que, a la vez, genera intereses corporativos asociados con el sostenimiento de ese patrón de consumo y del proceso de concentración que lo sustenta.

Al lado de los sectores concentrados, coexisten tanto sectores de bajos ingresos que no logran satisfacer sus necesidades básicas conformando una muy disminuida demanda efectiva, como sectores medios que cubren sus necesidades básicas y por sobre ese nivel tienden a reproducir buena parte del patrón de consumo superfluo.

* Al mismo tiempo, los sectores beneficiados por el proceso concentrador acumulan enormes excedentes financieros que requieren ser reciclados. La contraída demanda efectiva reduce oportunidades en la economía real mientras que el sistema financiero crea sofisticados productos para absorber los excedentes que necesitan ser reciclados obteniendo en el proceso altos retornos. De esta forma se instala un peligroso circuito especulativo con productos financieros que compiten en términos de tasas de retorno y riesgo inherente a cada transacción. Los mayores retornos se logran con audaces ingenierías financieras y cierto encubrimiento de los riesgos implícitos, como ocurrió con los préstamos hipotecarios “sub prime” y otros préstamos para el consumo (tarjetas de crédito). Al no ampliarse su base de sustentación este proceso deviene inherentemente insostenible.

* Frente a los desajustes derivados del proceso concentrador, ¿cómo reacciona el sistema económico? Una solución orgánica para asegurar que el crecimiento productivo pueda mantenerse y no se estrangule es reducir o revertir la concentración de ingresos. Con ello se amplía el mercado consumidor en base a ingresos genuinos y se generan en simultáneo nuevas oportunidades en la economía real para absorber los recursos disponibles a través de la inversión productiva.

Lamentablemente no es ésta la ruta que prima en el mundo contemporáneo. En cambio, en ausencia de una intervención correctora exógena el sistema económico reproduce su forma de funcionar sin transformar la tendencia hacia la concentración. En lugar de ampliar los ingresos genuinos de sectores medios y bajos les provee de financiamiento que, después de algunos ciclos crediticios, genera una extendida situación de sobre endeudamiento imposible de sostener. Soluciones crediticias pueden atemperar los impactos de la concentración pero si no se transforma la dinámica de ese proceso tarde o temprano se desestabiliza el sistema económico y aparecen las crisis.

Estrategias correctoras

Para ser efectivas, las soluciones -siempre singulares según países y sus circunstancias- debieran incluir un común denominador que es transformar el proceso económico que lleva a la tremenda concentración de la riqueza, incluyendo mejoras en los ingresos genuinos de las grandes mayorías.

Las estrategias correctoras abarcan múltiples dimensiones entre las que destacan las siguientes:

Adoptar macro políticas orientadas a abatir desigualdad en materia fiscal, de gasto público, de estabilidad monetaria, de canalización del ahorro hacia la inversión real.

Transformar la matriz productiva nacional de modo de asegurar una plena y eficaz movilización de los recursos disponibles, reducir vulnerabilidades y establecer una balanceada distribución sectorial y territorial de las actividades económicas.

Adoptar medidas para transformar y fortalecer cadenas de valor, asegurando una justa distribución de resultados entre quienes las conforman y optimizando los efectos secundarios sobre otros actores.

En ese contexto, apoyar con firmeza a pequeños emprendimientos promoviendo una sólida formación de capital, su estructuración como organizaciones productivas de porte medio, el acceso a mercados, la incorporación de gestión y conocimientos de excelencia, asumiendo plena responsabilidad tributaria, laboral y ambiental.
El basamento socio-político de la marcha concentradora

Las recurrentes crisis que sufren los países expresan graves fallas sistémicas. Es el corazón del sistema global el que está fallando y procura protección para no ser arrollado por las mismas fuerzas que ayudó a desatar. Debe quedar claro que sus problemas no derivan de una suerte de evolución natural de las cosas sino de la peculiar forma como se han organizado y funcionan las economías nacionales y el sistema global en su conjunto. Hoy el desafío es fijar un nuevo rumbo sistémico y adoptar una forma más justa y sustentable de funcionar.

En esa perspectiva, la desigualdad no es un factor que explica de por sí el curso de los acontecimientos sino que es el resultado, devenido en parte constitutiva, de un entramado económico y geopolítico que lleva hacia la creciente concentración de la riqueza y el poder. Ocurre entonces que, una vez instalada, la desigualdad se constituye en un crítico componente de la dinámica concentradora que, al contraer la demanda efectiva, contribuye a generar los recurrentes episodios de inestabilidad sistémica.

El proceso concentrador está promovido y conducido por poderosos grupos económicos que operan a nivel global contando con la complicidad de élites locales, grandes complejos mediáticos, sectores de la política y la justicia, usinas de pensamiento estratégico y centros universitarios supuestamente de excelencia.

Frente a esas fuerzas se debaten sociedades desconcertadas o intimidadas por la ferocidad con que son agredidas. Su acceso a la información de lo que realmente sucede está seriamente limitado; la interpretación de hechos y de los procesos subyacentes viene condicionada por un pensamiento hegemónico que impone sus propias perspectivas, criterios y valores. En esas condiciones no es sencillo procurar transformaciones sustantivas y, sin embargo, toca a cada sociedad asumir los desafíos y encarar la espinosa trayectoria de informarse, comprender, alinear la diversidad de intereses de las mayorías, organizarse para actuar y acceder al poder decisional.

 

Proteger nuestros países previendo otra grave crisis global por Roberto Sansón Mizrahi

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Es muy probable que la trayectoria de desaforada concentración de la riqueza que predomina en el mundo desemboque en otra grave crisis global. Ante esa eventualidad, los países debieran encarar impostergables medidas de prevención para reducir al máximo posible su vulnerabilidad frente a crisis externas. Esto implica transformar aquellos factores internos y formas de conectarnos con el mundo que actúan como cadenas de transmisión de los impactos destructivos.

El mundo está sumido en un proceso de tremenda concentración de la riqueza que no cesa de acentuarse. Que 62 individuos posean la mitad de la riqueza mundial (lo mismo que más de 7500 millones de personas) no sólo es un hecho ética y políticamente inaceptable sino que genera una trayectoria cargada de contradicciones, duro castigo a enormes mayorías, destrucción ambiental y recurrente inestabilidad. Este proceso global afecta a todos los países y muy probablemente desemboque en una nueva crisis global de incalculables consecuencias.

Intentos por contener desigualdades

No faltaron países que intentaron aminorar las inequidades y vulnerabilidades generadas por la concentración de la riqueza. Así, por ejemplo, al inicio del siglo XXI un buen número de países de América Latina pudieron darse gobiernos de base popular que aplicaron una gran diversidad de políticas públicas redistributivas, de aliento al mercado interno y de adquisición de derechos y beneficios sociales. Esto fue sostenido con asignaciones presupuestarias y políticas activas para favorecer importantes segmentos de la industria, las actividades agropecuarias, el comercio y los servicios.

Sin embargo, en pocos casos estos gobiernos de base popular pudieron transformar la naturaleza y dinámica de la matriz productiva nacional, así como la estructura interna y la dinámica de las principales cadenas de valor. Elegidos democráticamente y con buen sustento social, lograron atemperar el proceso de concentración aunque no llegaron a transformar su inherente dinámica de funcionamiento. El poder económico se mantuvo concentrado sin dejar de lucrar mientras que, con complicidades políticas, mediáticas y judiciales, operó para desestabilizar hasta destituir o derrotar electoralmente a quienes lideraban los intentos transformadores.

Desarticulación de líneas de defensa

En la actualidad, una ola regresiva en lo político y neoliberal en lo económico reemplaza a los gobiernos de base popular revirtiendo dramáticamente sus políticas. Las nuevas orientaciones reimplantan la desregulación de las operaciones financieras especulativas, facilitan una fuga de capitales que nunca dejó de existir, transfieren recursos de sectores medios y populares a manos de los grupos concentrados, provocan retrocesos en derechos sociales y laborales, comprometen la producción y el empleo nacional con la triple amenaza de un achicamiento (“enfriamiento”) del mercado interno, una indiscriminada apertura de importaciones y el regreso a la primacía de los sectores primarios como agricultura, ganadería y minería (la denominada “reprimarización” de la economía y de las exportaciones).

De este modo, el proceso de concentración de la riqueza a escala global encuentra hoy facilitada su expansión a nuestros países. Con el lema de “integrarnos al mundo“, se han desarmado líneas de defensa que aumentan la vulnerabilidad y subordinación a un orden global en el que nuestros países, empresas y familias son actores de segundo o décimo orden. El timón de la marcha global está en manos de grandes corporaciones internacionales que controlan los mercados del mundo ordenándolos de forma de asegurarse mecanismos de succión y apropiación de valor de diversa naturaleza.

Un callejón que lleva al mundo hacia una nueva gran crisis mundial

Se multiplican las evidencias que este sistema mundial de desaforada concentración de la riqueza es estructuralmente insostenible. La concentración no sólo hace estragos sobre las economías del mundo sino que destruye el medio ambiente, afecta las relaciones entre grupos sociales y países, condena al retroceso de derechos esforzadamente adquiridos, impone duros valores de insaciable codicia e indiferencia para con los demás; sustituye con alienadas estampidas hacia consumismos y adicciones la búsqueda de significación y el ejercicio de la propia responsabilidad individual y social. En ese contexto se agigantan cerrados antagonismos, el sálvese cada quien por su lado, el poder de imponer de los más fuertes. Arde el mundo y se oscurecen los horizontes.

Hemos sido entrampados en un callejón sin salida marcado por crisis recurrentes, desazón ética, destrucción ambiental, escalada de conflictos sociales y geopolíticos, retrocesos en educación, salud y seguridad de amplias mayorías de la población mundial. En lo económico es un sinsentido que los movimientos financieros especulativos sean hoy varias veces mayores que la economía real del mundo; que la concentración de la riqueza haya debilitado la demanda efectiva dirigida a adquirir bienes y servicios y en su lugar se hubiesen generado tremendas burbujas especulativas con una capacidad destructiva mucho mayor de las que estallaron en el 2008. Debe decirse que no es inevitable una nueva gran crisis global pero con la aceleración de la concentración y la ausencia de fuerzas que puedan detenerla la hacen más que probable.

Desafíos globales frente a gobernanzas locales

Decimos que podría evitarse otro gran estallido sistémico siempre y cuando pudieran generarse otras muy diferentes circunstancias que las que hoy predominan en el mundo. Por de pronto que existiese un poder global con la autoridad y la capacidad para resolver la dinámica concentradora. Sin embargo, tal poder no existe en la actualidad.

En un mundo cada vez más interconectado, los grandes desafíos se han tornado globales mientras que la gobernanza está aún centrada en países o grupos de países. Los capitales financieros hoy se mueven libremente por el mundo a velocidades provistas por el desarrollo de las comunicaciones: en segundos puede ordenarse la compra o venta de activos financieros en montos muchas veces superiores a los presupuestos de la mayoría de nuestros países. Frente a avalanchas de entrada y salida de capitales que succionan el valor que generamos, solo contamos con estados nacionales y algunas agrupaciones regionales dotados de modestos y acotados instrumentos de intervención. Se trata de una muy desigual confrontación.

Por un lado, un ágil y muy influyente poder económico concentrado, guiado por una insaciable búsqueda de maximizar sus tasas de ganancia sin considerar los destructivos efectos sociales y ambientales que provoca. Por otro lado, naciones y poblaciones azoradas que no encuentran la forma de parar una dinámica que va destruyendo culturas, cohesión social y bienestar general.

Construir defensas en previsión de una nueva gran crisis global

Si una nueva gran crisis global se desatase serán nuestros pueblos y países los más afectados ya que, como siempre sucede, el 1% privilegiado encontrará formas de descargar su responsabilidad y evadir los efectos destructivos. Más aún, tal como sucedió en la gran crisis iniciada en el 2008, lo más probable es que aprovechen las desgracias para rapiñar despiadadamente en ríos revueltos.

Sin vistas de una transformación sistémica y ante la eventualidad de una nueva gran crisis global, los países debieran protegerse con medidas preventivas; defensas estratégicas que no significan cerrarnos a relaciones internacionales que pudieran convenirnos, ni afectar la potencialidad de nuestros recursos. El propósito es fortalecer el mercado interno y la capacidad productiva nacional reduciendo al máximo posible la vulnerabilidad frente a amenazas externas. Esto es, preservar nuestros activos y cuidar a nuestra propia población.

Entre otros varios ejes estratégicos de política económica destacamos dos de enorme importancia: uno refiere a asegurar que el ahorro nacional se invierta en la economía real (favoreciendo a todo el aparato productivo pero muy especialmente a los pequeños y medianos emprendimientos) de modo de evitar que una gran parte del mismo se aplique en actividades especulativas o se fugue al exterior; otro eje estratégico hace al sector externo que incluye establecer acuerdos regionales orientados a integrar cadenas regionales de valor, balancear exportaciones e importaciones y regular con firmeza la entrada de capitales especulativos.

De todos modos, es imposible ignorar que una parte muy considerable del ahorro nacional y de las relaciones con mercados externos es controlada por grupos concentrados que poco reinvierten en la economía real de sus países: fugan sus ganancias evadiendo impuestos o las aplican a especular. De ahí que haya que actuar no sólo a nivel de regulaciones (mejorando aquellas que hoy son de dudoso cumplimiento), sino también a un nivel más profundo sobre el proceso de generación, apropiación, destino y retención del ahorro nacional. El objetivo es lograr re-direccionar el ahorro generado internamente hacia inversiones productivas y sociales que contribuyan al bienestar general y el cuidado ambiental.

Por cierto esto no es sencillo ya que exige sostener una diversidad de iniciativas. En los párrafos que siguen y a modo de ejemplo, se esbozan algunas de las más significativas del área económica refiriendo a otros textos publicados en Opinión Sur un más amplio tratamiento.

Transformar el comportamiento de emprendedores y corporaciones

Buena parte, sino la mayoría, de emprendedores y corporaciones orientan su accionar en función de maximizar su tasa de ganancia con poca o nula consideración por el bienestar general y el cuidado del medio ambiente. Creen no tener responsabilidad respecto a esos críticos aspectos atribuyéndosela sólo al Estado y a organizaciones de desarrollo o comunitarias. Esto no es así.

La forma como producen, lo que pagan a sus proveedores, lo que cobran a quienes compran sus productos, el grado de respeto a la legislación laboral, la capacitación tecnológica y de gestión que ofrecen a sus trabajadores, el compromiso con sus comunidades, entre otros factores, tienen una directa incidencia sobre el bienestar general y el cuidado ambiental. Además, aquellos que fugan al exterior buena parte de sus resultados impiden generar efectos multiplicadores en el país al tiempo que desfinancian al Estado a través de la enorme evasión impositiva que practican.

Estos comportamientos pueden modificarse a través de regulaciones, controles o esclarecimiento, lo cual no es sencillo pero tampoco imposible como el credo neoliberal argumenta basado en el inherente individualismo de las personas y la necesidad de concentrarse en la gestión productiva de modo de no perder competitividad y lograr mantenerse en el mercado. Sin embargo, si en lugar de fugar capitales los reinvirtiesen en mejoras productivas, podrían preservar su competitividad, compensar con justicia a trabajadores y proveedores y asumir su responsabilidad tributaria. Queda un largo camino por recorrer para generar un nuevo tipo de emprendedorismo transformador.

Transformar el funcionamiento de las cadenas de valor

Cambiar el comportamiento de emprendedores y corporaciones no se logra actuando sólo a nivel de cada actor individualmente sino, además, transformando el funcionamiento de las cadenas de valor en las que operan. Toda cadena de valor se estructura concertando complementariedades entre diversas unidades productivas que se integran a lo largo de un proceso productivo. El valor que genera cada cadena es producido por el conjunto de participantes pero el reconocimiento de la compensación por la cuota de valor que cada actor genera no es determinado por el conjunto sino por quienes detentan la capacidad de imponer su parecer. Y ese parecer privilegiado generalmente desemboca en abusos de poder de mercado con lo cual los más poderosos extraen para su propio provecho buena parte del valor generado por los demás. Extraen valor de proveedores y también de quienes compran sus productos, sean otras empresas o consumidores finales.

Se consagra así un proceso de concentración de riqueza que fluye hacia la cúspide de la trama productiva, unos pocos actores poderosos que se tornan cada vez más poderosos a costa de quienes no tienen la capacidad de resistir la pérdida, por apropiación, del valor que les pertenece. Esto tiene serias consecuencias porque mientras las empresas líderes acumulan a través de cada ciclo productivo, el resto lo hace a tasas menores o no acumulan, se estancan o retroceden. De este modo, la cadena productiva no crece orgánicamente favoreciendo a todos sus participantes sino tiende a la concentración de resultados provocando una desigualdad que se cristaliza y proyecta sobre los ulteriores ciclos productivos.

¿Cómo corregir estos abusos de poder? Una posibilidad es estableciendo espacios de negociación de precios y condiciones comerciales entre los participantes de una cadena productiva, incluyendo la participación del Estado regulando y custodiando el funcionamiento de esos espacios. Debiera asegurarse que todos quienes participan de una cadena productiva (pequeños, medianos y grandes emprendimientos) obtengan una parte justa de sus resultados.

El apoyo a pequeños emprendimientos puede darse individualmente o subiendo la escala y los umbrales de productividad a través de su integración en alguna modalidad de emprendimiento inclusivo. Asociado a esto se sitúa el objetivo de ensanchar las cadenas de valor para integrar productivamente a sectores populares, tema cubierto en el artículo Ensanchar cadenas productivas integrando sectores populares.

Los beneficios que reclamen las partes no pueden poner en riesgo la viabilidad de la propia cadena productiva (lo que no significa condonar la concentración y extracción de valor). Lo que implica es que las empresas líderes tendrán que ceder parte de su tasa de ganancia para posibilitar que la entera cadena productiva se desarrolle orgánicamente, sea que su producción se oriente al mercado interno o tenga que ajustarse a condiciones internacionales de competitividad.

En los casos que existiesen niveles de intermediación comercial que se apropiasen de una parte desmesurada del valor generado por productores y regulaciones y controles fuesen inefectivos, habrá que desmontar el poder que detentan los intermediarios favoreciendo el establecimiento de otro tipo de canales de acopio y comercialización con alguna forma de participación de los propios productores. Esto suele suceder en el caso de cadenas productivas de alimentos en las que las diferencias de precios entre lo que recibe el productor y lo que paga el consumidor final llegan a ser de más de 30, 50 o 100 veces el precio inicial.

Transformar la matriz productiva

Para no alargar en demasía este corto artículo, referimos el tratamiento de lo que implica y como podría encararse la transformación de la matriz productiva al artículo Transformación de la matriz productiva: lo sectorial, lo social y lo político. En ese texto, además de abordar lo referente a la transformación de una matriz productiva, se la relaciona con los temas anteriores de las cadenas de valor y de nuevos tipos de emprendedorismo.

Transformar nuestro relacionamiento internacional
Una aproximación a este crítico aspecto puede verse en el artículo Protegernos de los coletazos de la crisis global .

El timón en manos de nuestras sociedades

Antes de cerrar estas líneas vale insistir que un cambio de rumbo y de forma de funcionar requiere una recomposición política que lidere y sustente esa transformación. Sin ese avance político, habremos de deambular entre confusiones, estafas y frustraciones. El desafío transformador se juega en lo económico pero también en lo cultural, ideológico, valorativo y, muy especialmente, en lo mediático y judicial. Un cambio de rumbo involucra acciones, actitudes y responsabilidades múltiples y todo ello se dirime a nivel político y de conducción del Estado.

El timón de nuestro devenir como humanidad y como naciones debe estar en manos de nuestras sociedades y no de mercados controlados por un puñado de poderosos grupos económicos. Esta noción de quién timonea nuestro devenir es una fundamental divisoria de aguas entre las fuerzas que accionan a nivel geopolítico y de cada uno de nuestros países. Más explícito: para terminar con la concentración y los privilegios de poderosas minorías, la economía debe subordinarse a los intereses y necesidades ambientales y sociales, no a la inversa.

Hemos alertado sobre la imperiosa necesidad de tomar decisiones en previsión de una nueva gran crisis global que podría acontecer en un plazo no muy lejano, destacando algunos rasgos de una estrategia de defensa contra los coletazos de crisis externas. Las medidas de protección que se sugieren no apuntan a aislarnos del mundo sino a preservar soberanía decisional. Es nuestra responsabilidad actuar con la mayor anticipación posible para evitar quedar expuestos a los peores impactos de crisis globales que no generamos.