La conflagración en Medio Oriente (Siria, Iraq, Libia, Afganistán, Palestina, e Irán, entre otros participantes) no ofrece, desde un punto de vista histórico, ni una analogía con otras épocas, ni es un paragón. Es algo peor. En forma tajante, diría que es una continuación.
Corre el verano de 1943 en el sud de Italia. ‘E la Guerra, ¿continua?’ Pregunta una marino curiosamente ataviado a un campesino en las costas de Sicilia. Estaba subido a la torre de mando de un viejo submarino que había emergido de las profundidades cerca del estrecho de Messina. El campesino lo mira extrañado y contesta: ‘Si, la Guerra continua’. — ‘Ah, maledetto Káiser’! exclama frustrado el comandante, y el navío se sumerge otra vez.
Es una de las tantas bromas que circulan sobre la Marina de Guerra italiana. Aquí la comicidad descansa en la confusión entre la Primera y la Segunda Guerra mundial. El submarino emerge en plena Segunda Guerra pero pertenece a la Primera. Estaba escondido desde 1918.
Cuando hago el repaso de la situación actual en Medio Oriente la broma deja de ser graciosa. En estos días una barroca coalición orquestada por los Estados Unidos ha puesto sitio a la ciudad de Mosul, en Iraq, que hace dos años había caído en manos del llamado “califato” de Daesh (Estado Islámico). [1] El sitio será largo y la lucha feroz. El ejército iraquí, ayudado en su retaguardia por fuerzas especiales norteamericanas tiene como objetivo desplazar a los militantes islámicos y eventualmente ocupar la ciudad. La coalición del asedio se compone además de fuerzas de choque Kurdas y milicias chiitas entrenadas por Irán. Como la población de Mosul es predominantemente sunita, existe un temor bien fundado de posibles represalias y venganzas por parte de las milicias chiitas. En este intríngulis de intereses cruzados y alianzas de ocasión, los Estados Unidos se ubican nuevamente en un impasse estratégico, que es una constante de su intervención en Medio Oriente. Por un lado coordinan el ataque y por otro, tratan de mediar entre los elementos de su propia coalición. En referencia a leyendas clásicas de la guerra, el sitio de Mosul hace recordar el sitio de Troya narrado por Homero, en el que la coalición griega se ve continuamente amenazada por disputas internas. En el caso de Mosul valen otras referencias. Los guerreros de Daesh non sólo ofrecen una feroz resistencia, sino que emplean la táctica de “tierra arrasada” para negar a los futuros conquistadores el fruto de su victoria. Recordamos aquí también la estrategia rusa frente a la invasión napoleónica.[2] Entretanto la población civil, que ha sufrido la dura imposición islámica del califato, se ve ahora usada como escudo humano, y está atrapada entre dos fuegos. Como en Alepo, también en Mosul, literalmente la población civil es carne de cañón.
Por si fuera poco, Turquía ha decidido intervenir en el conflicto, aunque nadie había solicitado su intervención. Turquía tiene dos objetivos principales: uno es contener la iniciativa de los soldados kurdos, ya que la nación de Kurdistán quiere instalar su propio estado en un terreno que hoy ocupan Iraq, Irán y Turquía. [3] Bajo pretexto de atacar al califato los turcos quieren atacar a los kurdos. El segundo objetivo turco es extender su propia frontera en Iraq y así contrabalancear la creciente influencia regional de Irán y su injerencia en Bagdad.
Pero lo que mas llama la atención es la justificación que ofrece el presidente turco (que no niega su aspiración a ser un nuevo sultán). Recep Tayyip Erdogan ya había instalado tropas turcas en la base de Bashiqa en el Norte de Iraq, y ahora insiste en participar en la batalla de Mosul. Así Turquía pretende volverse el defensor de Turkmenos y árabes sunitas, que viven en y alrededor de Mosul. Recordemos aquí que Turquía es todavía miembro pleno de la OTAN, lo que complica aun mas el tablero geopolítico. El presidente turco se ha puesto a coquetear con Rusia y China –cosa extraña para una miembro de la OTAN—y de esta manera contribuye a internacionalizar aún más la situación.
En su ascenso a la dictadura personal, el presidente Erdogan invoca la “injusticia histórica” de la Primera Guerra Mundial, cuando los aliados triunfantes dividieron el Imperio Otomano en Medio Oriente y crearon artificialmente los países que hoy se ven incendiados: Iraq, Libia, Siria, Líbano y Palestina. El recuerdo de la Gran Guerra es muy vivo en estos pueblos porque configuró el nuevo mapa del Oriente Medio con los despojos del imperio otomano, aliado del Káiser Guillermo II de Alemania, que se arrancaban las potencias vencedoras Gran Bretaña y Francia. Estas potencias firmaron polémicos acuerdos sobre los que se fundaron los nuevos estados independientes tanto los árabes, como el de Israel. El proyecto de un gran estado árabe unido, gobernado por Faisal, hijo del Sheriff de La Meca, se resquebrajó en seguida por las maquinaciones de los gobiernos de Londres y París. Los ‘acuerdos Sykes-Picot’ de 1916 cuya elaboración fue muy penosa estuvieron a punto de ser anulados por sus ambiciones coloniales de división geográfica de estos pueblos. Mark Sykes propuso separarlos entre Gran Bretaña y Francia con una ¨línea en la arena¨, desde la ciudad mediterránea de San Juan de Acre hasta Kirkuk en la Mesopotamia. En la conferencia internacional de Versalles de 1919, y después en la de Ginebra, se dio un espaldarazo al mandato inglés sobre lo que ahora es Iraq y Jordania, y al francés sobre Siria y El Líbano. Georges Picot desvinculó el territorio libanés de Siria, al que se unía al principio Palestina.
Alepo y Mosul comparten la misma historia, y la cultura. Mayoritariamente sunitas, ambas ciudades formaron parte del estado Zangid en el siglo 12.[4] Se separaron después de la caída del Imperio Otomano, cuando las potencias occidentales se repartieron el botín de la Primera Guerra. Los franceses querían que Mosul fuese parte de Siria pero los ingleses se opusieron, y Mosul pasó a ser parte de Iraq. Con el pasar del tiempo las dos ciudades se hicieron rebeldes, en un caso contra la dictadura feroz de la minoría alauita en Siria, y en el otro caso contra la opresión chiita atrincherada en Bagdad.
Cito a Erdogan: “No hemos nunca aceptado voluntariamente las fronteras impuestas a nuestro país.” Nada le resultaría tan grato como poder redibujar esas fronteras.
De esta manera, y nuevamente, los Estados Unidos tratan de armar un compromiso entre los beligerantes de su propia coalición: turcos, kurdos, sunitas, chiitas, iraquíes e iraníes. Pero están en un aprieto, o como dice el refrán criollo, están “como perro en cancha e’ bochas.”
Pensemos ahora que el Medio Oriente equivale hoy a los Balcanes de 1914 (países de los que Churchill decía “producen mas historia que la que son capaces de consumir”) y que las fronteras establecidas por las potencias occidentales en 1918 vuelven a estar en cuestión. Conclusión: la Primera Guerra Mundial no ha terminado. Después de un largo sabático estratégico, hoy vuelve a estallar, con distintos matices, acentos y actores. Si Sarajevo fue la chispa que desató aquella conflagración, hoy toda una región del planeta chisporrotea, con posibles consecuencias –como en aquella época—enormes e insospechadas. Podríamos ir más lejos: Primera, Segunda, Tercera: ¿no será acaso una sola guerra?
Entretanto, en esta guerra que se extiende como reguero de pólvora mueren niños: en Alepo, en Mosul, en el mar como náufragos. En Alepo rusos y alauitas bombardean escuelas. En Mosul los niños están atrapados entre dos fuegos, entre la mazorca del Daesh y los cañones del ejército grande que rodea la ciudad y que, una vez “liberada,” se dividirá en lucha intestina. Pero un niño herido o muerto en Alepo es igual a otro niño muerto o herido en Mosul, u otro ahogado en el mar. Toda una niñez hoy vive en el terror. Sus cuerpitos destrozados pesan toneladas en la conciencia mundial. No es momento de callar. Lo supo Mercedes Sosa cuando escribió la canción Los niños de nuestro olvido:
“Si las flores del futuro
Crecen con tanto dolor,
Seguramente mañana
Será un mañana sin sol.”
[1] El Estado Islámico de Irak y el Levante, conocido en ocasiones como Estado Islámico o como Daesh. es un grupo terrorista insurgente de corte yihadista wahabita formado por militantes fieles a Abu Bakr al-Bagdadí que en junio de 2014 autoproclamó el califato desde la ciudad iraquí de Mosul pidiendo lealtad a todos los musulmanes del mundo.
[2] Sin ir mas lejos, recordemos la maniobra del General Manuel Belgrano en nuestra guerra de independencia. en la retirada estratégica denominada éxodo jujeño, donde se obligó a la población de las provincias de Jujuy y Salta a replegarse hacia Tucumán, arrasando con todo aquello que pudiera servir al Ejército Realista para continuar su avance.
[3] “Unos seis millones de kurdos, un grupo étnico distintivo con su propia lengua y cultura, diferente de las poblaciones árabes, persas y turcas que prevalecen en la zona, habitan esta región autónoma de unos 40.000 km2 en el norte del país. Conforman el 15% de la población iraquí y en su mayoría son musulmanes sunitas, pero tienden a adoptar una interpretación menos conservadora de la fe, lo que les ha valido el rechazo de grupos islamistas extremistas.” Referencia enciclopédica.
[4] Ver al respecto la opinión de un experto: http://www.juancole.com/2014/06/erases-border-hizbullah.html
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