El inicio de la crisis suscitó una reacción en cadena cuando quedó en evidencia que la fenomenal brecha de ingresos se había cerrado transitoria y artificialmente sin alterar las causas que la generaron. El proceso de concentración mantenía su vigorosa dinámica y aumentaba el desfase entre el crecimiento de la oferta productiva y el crecimiento de los ingresos genuinos generador del rezago de demanda. Para cerrar la brecha sin afectar el proceso de concentración el sistema económico requería que se siguiera inyectando más y más financiamiento: un esquema piramidal semejante al que llevó a prisión perpetua a connotados estafadores aunque, por su envergadura sistémica, involucró cifras infinitamente superiores.
Mayor fue el impacto cuando quedó en descubierto que el sobre endeudamiento no sólo involucraba a familias, unidades productivas y a las entidades financieras que habían lucrado con esos esquemas, sino también a los propios países soberanos que habían utilizado una fórmula semejante para sostener su forma de funcionar sin alterar la concentración de ingresos que minaba su base de sustento. Al descorrerse el velo financiero quedó expuesto el quiebre del crecimiento orgánico y las consecuencias resultantes de haber adoptado soluciones sustitutas: un sobre endeudamiento imposible de sostener.
Sin embargo, la tragedia se hizo aun mayor cuando las mismas fuerzas que sostuvieron el proceso concentrador lograron imponer salvatajes restauradores. Frente a la indudable e imperiosa necesidad de ajustar el funcionamiento económico y fiscal, las medidas adoptadas no se orientaron a transformar la concentración y así sentar las bases de un desarrollo sustentable, sino a cerrar las brechas, abatir los déficits afectando aun más los ingresos genuinos de los sectores mayoritarios con lo que agravan el rezago de demanda y refuerzan la dinámica concentradora. La historia muestra que no hay sólo perdedores en las crisis: pierden siempre las mayorías que cargan sobre sus espaldas el peso de los ajustes restauradores pero hay minorías ganadoras que lucran con la desgracia de los muchos y emergen aun más fortalecidas de las situaciones huracanadas.
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Roberto Sansón Mizrahi
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