Hay quienes piensan que la situación presente puede continuar como hasta ahora y que para abatir la pobreza y la desigualdad sólo se requiere crecer y complementar con efectivas políticas sociales. Es una forma de percibir la realidad y de diagnosticar dos de sus más graves problemas. Esa mirada implica aceptar que el rumbo y la forma de funcionar son correctos y que los “efectos no deseados” pueden corregirse sin revisar la dirección y la naturaleza del desarrollo nacional y global.
Otros pensamos que es necesario ajustar el rumbo para generar un vigoroso desarrollo sustentable y transformar el tipo presente de acumulación que tiende a la concentración, acrecienta desigualdad, reproduce pobreza, compromete seriamente el medio ambiente, vuelca la población hacia un consumismo irresponsable y aleja de las búsquedas de significación existencial. Encarar tamaños desafíos exige mucho más que corregir efectos no deseados con programas especiales: implica realinear lo macroeconómico, promover comportamientos mesoeconómicos responsables por parte de las empresas líderes de cadenas productivas, y establecer un efectivo sistema de apoyo a la base del aparato productivo que permita el fortalecimiento de los pequeños productores.
Ante opciones tan distintas, la reflexión y el esclarecimiento quedan con frecuencia acorralados; pesan fuerte el disimulo, la confusión y la desorientación. Frente a ello no cabe sino un permanente esfuerzo por analizar la evolución de los procesos, desentrañar el sentido e impacto de las medidas que se toman y, muy especialmente, generar pensamiento estratégico. Es fundamental navegar con habilidad el presente para encarar situaciones que reclaman inmediata acción, pero labrar un mediano plazo promisorio que nos incluya a todos exigirá proveerse del pensamiento y el herramental adecuado para reconocer y construir un mejor rumbo. Sin ello y con brújulas herrumbradas será difícil avanzar hacia trayectorias de desarrollo sustentable y, menos aun, alinear intereses que permitan no sólo promover esa senda sino también preservarla.
Roberto Sansón Mizrahi
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