El capitalismo como hoy lo conocemos ha provocado avances y también tremendos impactos negativos: fuerte extracción de valor por sectores minoritarios, desigualdad y conflictividad social y entre países, deterioro ambiental, recurrente inestabilidad sistémica, consumismo irresponsable, sistemas delictivos agravados, migraciones no deseadas, concentración mediática, manipulación del sistema democrático con graves secuelas en cuanto a representatividad y gobernabilidad, prevalencia de valores de codicia y ninguneo de los otros, alienación y pérdida de sentido existencial, para nombrar algunos de los más importantes. Esas consecuencias negativas del funcionamiento del capitalismo concentrador hacen parte de las llamadas “externalidades”, quizás no deseadas pero que se desprenden, o son previsibles resultados, de esa particular forma de funcionar.
Para encarar esas externalidades no deseadas se han desplegado muy diversos esfuerzos intentando contener los aspectos más “salvajes” del capitalismo contemporáneo, de una forma u otra ligados a su naturaleza concentradora. Se habla entonces de un desarrollo sustentable, un desarrollo con rostro humano, un capitalismo inclusivo, un capitalismo responsable y hasta de un capitalismo socialista (para poder integrar a China dentro de la familia de capitalismos). Son intentos valiosos orientados a ajustar una trayectoria que para favorecer a ciertas minorías pone en riesgo la suerte del planeta todo. No pudieron, sin embargo, transformar un hecho esencial del capitalismo, cual es que el capital termina siendo el organizador en su propio beneficio del sistema económico global y de los sistemas nacionales. El capital concentrado detenta el suficiente poder para incidir de una forma determinante sobre la política y los gobiernos, así como sobre los valores sociales y los mecanismos que los imponen (medios de comunicación, sistema educativo, usinas de pensamiento estratégico, entre otros). Esto se agrava cuando un segmento del capital, el capital financiero, en buena parte parasitario en el sentido que no genera sino extrae valor, desplaza al capital productivo del timón del sistema económico y político.
Roberto Sansón Mizrahi
© copyright Opinión Sur, 2013
Comentarios recientes